viernes, 18 de septiembre de 2015

DE LA "SUBLIME PUERTA" A LA TURQUIA DE ATATURK


DE LA "SUBLIME PUERTA" A LA TURQUIA DE ATATURK


Noviembre 1918. Para los países de la Entente, la guerra ha terminado. Ha sido una larga y sangrienta contienda. Para algunas naciones del bando vencedor comienza una época de colonialismo e imperialismo; para otras, sin embargo, empieza el desmembramiento de su territorio y una nueva lucha por alcanzar su propia identidad.
La Sublime Puerta, bâb-ı âli , metáfora con la que se conocía al Imperio Otomano, por analogía con la entrada al palacio del Gran Visir, veía próximo su fin a manos del imperialismo occidental.



LA SUBLIME PUERTA

La historiografía sobre el Imperio Otomano sigue siendo para muchos narrar una historia del Lejano Oriente, mas próxima a cuentos y leyendas que a la conformación del Viejo Mundo. Creo que en España hay un profundo desconocimiento del otro gran ente político del Mediterráneo, heredero del Imperio Romano de Oriente y del Imperio Bizantino,  que con la toma de Constantinopla en 1453 ocupó un lugar hegemónico y dominador en el Mare Nostrum.
Intentaré explicar la evolución de un gran imperio, que se define e identifica como musulmán, en el que el sultán encarna la cabeza y la primogenitura del Islam, hasta su conversión, a través de la actuación de un personaje singular como Mustafá Kemal, en una nación, con un fuerte nacionalismo turco, que pasa a regirse por una constitución laica y republicana.


Duración del Imperio Otomano

El Imperio Otomano ha sido, a lo largo de la historia, uno de los mas extensos en cuanto a territorio y de los mas longevos en el tiempo. Por este motivo, para poder entender con mayor precisión la propuesta expresada en el título, creo necesario hacer previamente una incursión en el siglo XIX. Hemos visto en el transcurso de la historia, que el proceso de descomposición de un gran imperio no se produce de forma puntual, sino que su desarrollo es paulatino, por lo que una irrupción en el último cuarto del siglo anterior puede ser oportuna.  
La historia de Turquía a lo largo del siglo XX, en su evolución de imperio tradicional a república occidentalizada, abarca varias fases que podríamos agrupar en tres grandes periodos: Antecedentes de finales del siglo XIX y principios del XX; entre 1914 y 1923 con la derrota en la Gran Guerra y el estallido de la revolución nacionalista y finalmente entre 1923 y 1938 con la aparición de la primera República turca y la organización del régimen kemalista, durante la presidencia de Mustafá Kemal, que finaliza con su muerte en 1938.


El Imperio Otomano entre el siglo XIX y XX.
1.- Antecedentes. Los Jóvenes Otomanos. Constitución de 1876.
Al comenzar el siglo XIX, el Imperio Otomano abarcaba todavía inmensos territorios. Ocupaba la totalidad de la península de los Balcanes; grandes extensiones en el norte de África; en la península Arábiga y en las costas del Mar Negro y Caspio; así como todo el Oriente Próximo, además de su territorio central, la península de Anatolia.
La composición humana del Imperio Otomano era uno de los factores diferenciales de este estado con sus homónimos del Mediterráneo. Convivían en él, dieciocho etnias y tres religiones. El sultán aglutinaba bajo su mandato a pueblos, cultural y religiosamente completamente diferentes, que convivieron a todo lo largo de la Edad Moderna. Pero con la influencia de los estados europeos, a partir del siglo XVII, la Sublime Puerta mostraba ya síntomas de desarticulación, perdiendo la cohesión interna y la gran organización que le había caracterizado en siglos anteriores. La desintegración de la Sublime Puerta a lo largo del siglo XIX está jalonada de los intentos reformistas efectuados por sultanes y gobernantes, inducidos por la mayor penetración europea en todos los ámbitos.
El inicio de la segunda mitad del siglo XIX está marcado por el proceso de reformas políticas, económicas y administrativas  conocidas como Tanzimat i-Hariye (legislación beneficiosa). Es el sultán Abdülmecid el que pone en marcha el Tanzimat, en el que también influyeron las potencias europeas. Con estas reformas se buscaba la recuperación y modernización del Estado Otomano mediante la importación de modelos occidentales en la administración y la supresión de anticuados usos sociales y religiosos. Se proclamó una unidad jurisdiccional de todas las comunidades religiosas y naciones que componían el Imperio, que trajo como consecuencia un mayor control de la Administración central y un aumento de la capacidad recaudatoria del Estado. Estas reformas contribuyeron a dotar de una importancia cada vez mayor a la cúpula administrativa imperial, el Diwan o Consejo de Estado. De aquí saldrían comisiones de expertos que formarían la élite reformista que puso en marcha la primera constitución otomana de 1876.



Los perros de la guerra, caricatura publicada el 11 de junio de 1876 en la revista Punch, representando a Rusia a punto de atacar al Imperio otomano con cuatro perros que representan las naciones balcánicas. Mientras el Reino Unido, escondido tras una valla, recomienda a Rusia que tenga cuidado.

En el siglo XIX, el Imperio Otomano era conocido peyorativamente como “El hombre enfermo de Europa”. Esta expresión, acuñada por el zar Nicolás I, venía a definir la situación de descomposición que aquejaba a la Sublime Puerta. Y aprovechándose de esta condición, las potencias europeas no cesaban de acosar al sultanato de Constantinopla, con el fin de sacar provecho del curso de los acontecimientos. Esta situación provocó la aparición de un nacionalismo turco occidentalista, liberal y reformista, que veía en la creación de un estado unificado, constitucional y centralista, la única posibilidad de salvación del mundo otomano.
Dicho nacionalismo se plasmó en la aparición de los Jóvenes Otomanos, Jeni Osmanlilar, grupo de jóvenes intelectuales de clase media-liberal, que inspirados en el pensamiento del poeta y funcionario, Namik Kemal, y financiados por el príncipe en el exilio Mustafá Fazil Pasha se organizaron en contra de la política practicada por el sultanato.  
Este movimiento, nacido en 1871 bajo el liderazgo de Midhat Bajá, defendía principios políticos occidentales, como derechos y libertades públicas, división de poderes y una constitución moderna. Esta tendencia se fue introduciendo con fuerza en el interior del Imperio, llegando a algunos sectores del ejército, del tal forma que lograron que el sultán Abdülaziz I, fuera depuesto en marzo de 1876. Le sucedería su sobrino, Murad V que sólo reinó durante 93 días antes de ser destituido debido a una enfermedad mental. Por fin, los Jóvenes Otomanos, lograron que el nuevo sultán Abdul Hamid II, entronizado en agosto de 1876, aceptase un nuevo texto constitucional, de corte liberal, que fue   proclamado en diciembre del mismo año. Este periodo es conocido como el año de los tres sultanes.


CONSTITUCIÓN DE 1876


2.- Sublevación en Bosnia y Bulgaria. Conferencia de Constantinopla.
Mientras esto sucedía en el Imperio Otomano, los demás países europeos seguían jugando sus cartas en aras de lograr una hegemonía en el continente. Y en estos planes también figuraba la Sublime Puerta, pero mas como un objetivo que como un protagonista.
Tras la Guerra Franco-Prusiana acaecida entre 1870-71, y con la derrota del Segundo Imperio Francés de Napoleón III, el equilibrio de poderes se decantó hacia el lado del káiser Guillermo I  y el Segundo Imperio Alemán.
Con su victoria, el Káiser alentó en 1872 una alianza conocida como “Liga de los Tres Emperadores”, junto con el emperador austro-húngaro Francisco José I y el emperador ruso Alejandro II. El fin último de esta unión era crear una oposición a las formas de gobierno de corte liberal imperante en los países del occidente europeo. Estos líderes profesaban un profundo conservadurismo en lo político; un gran desagrado hacia el liberalismo, especialmente hacia el practicado en las otras dos potencias del continente europeo de la época: Reino Unido y Francia. Los monarcas conservadores de dichos estados formaron esta unión para apoyarse mutuamente en la política exterior, pues los tres consideraban al socialismo y al republicanismo como las mayores amenazas de sus respectivos regímenes.





En este complejo contexto internacional, se produjo en 1875 en el territorio de Bosnia-Herzegovina, una sublevación de campesinos ortodoxos y católicos, debido a la fuerte carga tributaria impuesta por la administración turca, cuyos representantes provinciales  tenían fama de corruptos e ineficientes. En Bosnia, este cargo lo ocupaban las familias musulmanas locales, socialmente prominentes, pues con el tiempo, la recaudación de impuestos se había convertido en un trabajo hereditario y se multiplicó el número de beneficiarios, que coexistían con la tradicional estructura administrativa del Imperio. Esta doble fiscalidad, unida a la corrupción de las autoridades a la que estaban sometidos los campesinos, era ya de por si lo suficientemente peligrosa para originar una revuelta social. Pero para aumentar la tensión en la zona; serbios, búlgaros, rumanos y griegos conspiraban para desencadenar una conflagración balcánica para terminar con los territorios europeos de la Sublime Puerta.
Lo que comenzó como una revuelta social de los campesinos que se negaban a pagar mas impuestos tras la mala cosecha del verano, se transformó en una revuelta política cuando las vecinas Serbia y Montenegro se lanzaron a ayudar a los insurrectos con armas y suministros e incluso el Imperio Austro-Húngaro participo con algún contingente de voluntarios.
La Sublime Puerta respondió favorablemente a las peticiones de los primeros ministros de la Liga, reunidos en noviembre de 1875, pero sus propuestas no sirvieron para imponer la paz en Bosnia, por lo que se siguió recurriendo a la vía militar.
La campaña de represión llevada a cabo por las tropas otomanas a principios de 1876 generó una oleada de refugiados que traspasaron las fronteras serbia, montenegrina y austríaca, incrementando la tensión en la zona.
Esta revuelta alentó a la vecina Bulgaria, que también se levantó, en mayo de 1876. La acción comenzó con una masacre de aldeanos musulmanes. Como respuesta, las autoridades locales  otomanas reclutaron a los basi bozuks, mercenarios del ejército, provocando una enorme mortandad entre la población civil. Esta matanza ocasionó una enérgica reacción de la opinión pública y de los gobiernos europeos en contra de la acción otomana.
La tensión en Bosnia y el apoyo ruso a las reclamaciones balcánicas,  alentaron a Serbia y Montenegro, a declarar la guerra, en junio, al Imperio Otomano, al que pertenecían nominalmente.  Afortunadamente para la Sublime Puerta, ni rumanos ni griegos les respaldaron en la aventura.
Un suceso de este calibre era el esperado largamente por Rusia para llevar a cabo sus pretensiones, y bajo el pretexto de una conciliación entre las grandes potencias, convocó la Conferencia de Constantinopla, que se inició en diciembre de 1876 en la capital otomana. Asistieron delegados de Rusia, Reino Unido, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Italia y se pretendía traer la paz y un acuerdo duradero sobre la cuestión búlgara. Paradójicamente la Sublime Puerta no fue invitada a la conferencia, a pesar de que se debatía sobre la extensión de sus fronteras, pues se preveía la creación de tres provincias prácticamente soberanas: Bosnia y la división de Bulgaria en dos mitades.



Delegados a la Conferencia de Constantinopla

La respuesta de la Sublime Puerta fue negativa, porque los otomanos sentían el apoyo británico, que consideraba la propuesta como una maniobra del Dreikaiserbund para liquidar y repartirse las zonas de influencia del Imperio Otomano en los Balcanes. La Conferencia fue interrumpida cuando el canciller otomano informo a los delegados extranjeros que la Sublime Puerta había aprobado una nueva constitución que garantizaba los derechos de las minorías étnicas y que los búlgaros disfrutarían de los mismos derechos que los turcos.



3.- Guerra ruso-turca. Tratado de San Stefano. Conferencia de Berlín.
A pesar de la aprobación de la nueva constitución, o quizás por este motivo, al ver truncadas sus expectativas de conseguir una salida al Mediterráneo, Rusia mantuvo su hostilidad hacia el Imperio Otomano, postulando que la constitución era sólo una solución parcial a las reclamaciones búlgaras. Por medio de negociaciones con Austria-Hungría, que aseguraba su inacción en futuras operaciones militares, Rusia declaró la guerra al Imperio Otomano en abril de 1877. Aunque el Reino Unido y Francia no veían con buenos ojos la expansión rusa en los Balcanes, no intervinieron en favor de la Sublime Puerta. Las distintas crisis políticas internas disuadían a Francia de intervenir en un territorio lejano a sus intereses, mientras que el Reino Unido no quería repetir la sangrienta experiencia de la Guerra de Crimea.
La contienda adquirió tintes de guerra de religiones. El gran duque Nicolás, hermano del zar, declaró la cruzada para liberar a los cristianos del yugo musulmán. Poco después, el sultán proclamó a su vez la guerra santa, sacando en procesión el estandarte del Profeta, guardado en el palacio Topkapi.
Pero los acontecimientos no se desarrollaron como habían previsto en San Petersburgo. El ejército otomano, debido a la aplicación de las Tanzimat, se había reorganizado a partir del sistema militar prusiano, alcanzando su mejor estado para el combate. El ejército ruso se vio bloqueado en los Balcanes ante la fortaleza de Plevna, al sur del Danubio. Las fuerzas otomanas habían recurrido a un sistema de trincheras que anticipó las técnicas defensivas de la Gran Guerra y ante las cuales las fuerzas rusas se estrellaban en asaltos masivos. Tras cinco meses de combates inútiles, los rusos tuvieron que enviar sus tropas de élite y el Zar en persona tuvo que acudir para conjurar el desánimo. La fortaleza cayó al fin en diciembre y en pleno invierno se plantaron a pocos kilómetros de Constantinopla.
Estos acontecimientos exasperaron al gobierno de Londres, que tomó partido del lado otomano para salvar sus posesiones en Próximo Oriente y la India de los peligrosos apetitos rusos, enviando una flota de acorazados para proteger los estrechos y Constantinopla. Por su parte, Viena se apresuró a escribir al Zar pidiéndole la concesión de Bosnia-Herzegovina como compensación.  De esta manera, la Sublima Puerta había logrado frenar momentáneamente su caída libre hacia la destrucción. Pero el primer paso estaba dado.
En marzo de 1878 las negociaciones de paz se plasmaron en el Tratado de San Stefano, basado en el hecho de que la Sublime Puerta había aceptado una rendición incondicional. Serbia, Montenegro y Rumania serían considerados estados soberanos, cediendo esta última parte de la región de Besarabia a Rusia. Pero la parte principal del Tratado, era la creación de una gran Bulgaria, que de momento quedaría como principado autónomo bajo soberanía del sultán, pero con sus propias fuerzas armadas y administración. Incorporaba además el territorio de Macedonia y obtenía una importante salida al Egeo. Las tropas otomanas deberían retirarse y su lugar sería ocupado por tropas rusas durante dos años.

El edificio de Yeşilköy en el que se firmó el tratado de San Stefano.

El Tratado de San Stefano indigno a británicos y austriacos e inquietó a Bismarck. Quedaba claro que Rusia se había convertido en la potencia dominante en los Balcanes. Tenía a Bulgaria como trampolín para saltar directamente sobre Constantinopla en la próxima guerra.
Ante la tensión creciente, apenas cuatro meses después de la firma de San Stefano, y auspiciado por Alemania, se reunieron en Berlín los delegados de todos los países beligerantes para efectuar una revisión del Tratado.
Allí, los delegados otomanos fueron tratados nuevamente como convidados de piedra. La Sublime Puerta no tuvo nada que decir, sólo acceder a lo que las potencias dominantes acordaron para sus territorios en Europa. Se consiguió, sin embargo, desmontar la gran Bulgaria pretendida por Rusia, volviendo Macedonia al control otomano y dividiendo Bulgaria en dos partes: la meridional de mayoría turca y musulmana volvería a soberanía otomana y la septentrional permanecería como un principado autónomo. Bosnia-Herzegovina sería ocupada y administrada por el Imperio Austro-Húngaro.
Paradójicamente, el resultado de la Conferencia y posterior Tratado de Berlín fue que ninguno de los dos participantes en la guerra salió de ella como potencia predominante. Lo impidieron las demás potencias, que además sacaron beneficio sin disparar ni un solo tiro.
Dicha Conferencia es considerada como el comienzo del “delirio imperialista” de los firmantes, y ya en 1881 Francia ocupó por su cuenta Túnez, que era posesión de la Sublime Puerta en el Magreb. Su protesta ante las potencias que habían garantizado la integridad de su territorio en Berlín, fue ignorada.



CONFERENCIA DE BERLÍN

       
4.- Imperialismo europeo. La recuperación del “Hombre enfermo”
La Conferencia de Berlín consagró a los nuevos estados Balcánicos como copias a pequeña escala de las potencias occidentales, impulsadas por un nacionalismo violento y con la potencia militar y económica de la revolución industrial triunfante. Pero a diferencia de sus modelos, los nuevos estados estaban comprimidos unos contra otros en una península montañosa, que se asemejaba a un avispero en continua ebullición y que sirvió para preparar el terreno a las posteriores Guerras Balcánicas y poco tiempo después a la Gran Guerra.
Mientras tanto, hasta la llegada de esos fatales conflictos, se sucedieron una serie de crisis, herederas del arbitraje de Berlín, sin que ninguna de las potencias, en teoría garantes de lo acordado, moviese un dedo. En 1885 el estado búlgaro se anexionó Rumelia Oriental, dando lugar a una guerra entre Serbia y Bulgaria. En 1897 Grecia envió navíos de guerra y soldados a Creta para apoyar la insurrección nacionalista surgida en la isla, dando lugar a la llamada Guerra de los Treinta Días contra el Imperio Otomano, que se saldó con la humillante derrota de los griegos. 
A pesar de que la Conferencia de Berlín había liquidado la vieja Rumelia del Imperio Otomano, aún quedaba Macedonia. Pero su posición estratégica la había convertido en objeto de deseo para los nuevos estados balcánicos, por su cercanía a los estrechos y a Constantinopla. Debido a su compleja composición nacional, hacía que cualquier nación se sintiese acreditada para intervenir en favor de sus compatriotas. Griegos, serbios, búlgaros, rumanos y albaneses ocupaban su territorio, además de un no desdeñable número de musulmanes refugiados, que formaban una identidad macedonia autóctona.
En consecuencia, los países involucrados o interesados enviaron oficiales y agentes, partidas irregulares, terroristas y armas que convirtieron Macedonia en un violento lugar de enfrentamiento, sobre todo a partir de 1900.
Para entonces, las páginas de la prensa europea recogían puntualmente los episodios de violencia que se vivían allí y las grandes potencias firmantes de la Conferencia de Berlín exigían, una vez mas, a la Sublime Puerta que aplicara reformas, apoyando así directamente las ambiciones nacionalistas balcánicas.
Sin embargo, esta presión de las grandes potencias sobre la Sublime Puerta no se producía sólo en los Balcanes. Se extendían a todo el espacio del Imperio Otomano. De hecho, era en las regiones árabes donde actuaban de forma mas contundente, debido a su fuerza militar y económica, que a veces llevaba a anexiones sobre la marcha, sin previa planificación.
Como ejemplo, basta mencionar la anexión de Túnez por Francia, citada al final del punto anterior, para asegurarse el cobro de las deudas contraídas y también para evitar que Italia se adelantara en la apropiación. Un paso similar dio el Reino Unido al ocupar Egipto en 1882, tras una crisis financiera propiciada por la compra de las acciones del Canal de Suez por el gobierno británico al estado egipcio, que originó una rebelión nacionalista finalizada con la intervención militar británica. Estos movimientos se emparentan con la injerencia franco-británica en el Líbano en 1846 y 1860,  y con el respaldo a las aspiraciones sionistas en Palestina y la guerra ítalo-turca de 1911. El final de esta ansiosa carrera sería el reparto franco-británico del Próximo Oriente al terminar la Gran Guerra.
En resumen, a partir de 1878 se inauguraría un periodo de acoso directo sobre la Sublime Puerta, que concluiría cuarenta años mas tarde con su total destrucción. Las diversas regiones del Imperio Otomano fueron las primeras en sufrir una presión reiterada del nuevo imperialismo europeo. De este periodo surgirán diversos focos de conflicto crónico, que desde los Balcanes, hasta el corazón de Oriente Próximo, Palestina o el Líbano, se prolongan hasta nuestros días.
IMPERIO OTOMANO EN 1878


En virtud de la Conferencia de Berlín, la Sublime Puerta se había visto forzada a ceder dos quintas partes de su territorio y una quinta parte de su población. A pesar de ello y de la oleada de refugiados que debieron ser acogidos, así como de la crisis financiera que siguió a la quiebra de la deuda pública en 1875 y los gastos de la guerra contra los rusos, los ingresos fiscales se incrementaron en un 43 por ciento entre el ejercicio 1880-1881 y el de 1906-1907. Con la modernización de las infraestructuras se registraron mejoras espectaculares: La longitud de las líneas ferroviarias se multiplicó durante el sultanato de Abdülhamid II por tres, y por diez los beneficios obtenidos por el estado en ese mismo periodo. Paralelamente a las líneas férreas, transcurría el telégrafo, cuya longitud de tendido pasó de 23.380 kilómetros a mas del doble. Además los servicios pasaron a ser atendidos por profesionales autóctonos, formados en las nuevas escuelas de telegrafistas inauguradas por el Imperio. En el capítulo de comunicaciones también  cabe destacar el auge experimentado por el tráfico marítimo con la adquisición de mil setecientos barcos de vapor en la década de 1895 a 1905.
Por otro lado, mientras que el capital extranjero invertía en sectores que convenían a la adquisición de materias primas a bajo precio –transportes, minería, agricultura- rechazaba el favorecer una industria capaz de hacerle competencia al producir mas barato, evitando la promulgación de leyes o tarifas proteccionistas por parte del gobierno otomano. No por casualidad, las únicas fábricas que existían elaboraban solo productos como ladrillo de construcción, vidrio o papel. La única excepción la constituían las industrias dedicadas al algodón o la seda. El gobierno impulsó la introducción importando semillas americanas y concediendo exenciones fiscales a los cultivadores. Así, se extendieron los primeros campos de algodón por el sur y sudoeste de Anatolia, por Esmirna y Adana.


Campos de algodón en Turquia
Por este motivo, las grandes potencias sentían un gran nerviosismo ante la posibilidad de recuperación del “Hombre enfermo”, ya que veían cada vez mas distante la oportunidad de liquidarlo definitivamente y aprovechar en beneficio propio esa hipotética opción. En la zona de los Balcanes la presencia rusa añadía además componentes emocionales que complicaban aún mas la situación, al mezclar como excusa externa el nacionalismo y la religión.
5.-Los Jóvenes Turcos
Apenas seis años después de la proclamación de la Constitución y un lustro de la inauguración del que fue el primer Parlamento en la historia del islam, la experiencia por la que habían luchado los Jóvenes Otomanos había fracasado. La Cámara había sido abierta en marzo de 1877 con el fin de impresionar positivamente a las potencias democráticas occidentales. Debido a las prisas, los representantes no estaban elegidos de acuerdo al artículo 66 de la Constitución, sino escogidos entre los miembros de los consejos provinciales, a raíz de las estipulaciones que figuraban en las Tanzimat. Aun así, el Parlamento comenzó su andadura de manera ilusionada, creando por primera vez un sentimiento de “otomanidad”. Sin embargo las circunstancias internacionales no favoreciendo la experiencia y la guerra con Rusia, que supuso un serio revés para la Sublime Puerta, acabó por desmembrar dicho sentimiento y conforme el pánico se extendía entre los variopintos miembros de la Cámara, el sultán disolvió el Parlamento, que continuaría así durante los siguientes treinta años.
Por tanto, desde el punto de vista político, la guerra con Rusia supuso también un serio revés a la experiencia parlamentaria. Desapareció el incipiente otomanismo, que desembocaría al cabo de los años en la aparición de un nacionalismo panturco.
Fue a raíz de la celebración del primer centenario de la Revolución Francesa, en 1889 cuando un grupo de estudiantes de la escuela médico militar de Constantinopla fundó el primer núcleo conspirativo inspirado en los Jóvenes Otomanos. La bautizaron como Sociedad Otomana de Unión y Progreso. Pronto extenderían su influencia entre los cadetes y estudiantes de las academias militares y escuelas superiores de la capital. Simultáneamente, un grupo de exiliados en Paris, entre los que figuraba el ex diputado del extinto Parlamento, Halil Ganim, fundó el periódico titulado La Jeune Turquie, que daría nombre genérico al movimiento opositor y revolucionario.
Por su parte, el sultán Abdülhamid no se terminaba de tomar en serio la represión del movimiento, que según su criterio, gastaba mas energías en disputas internas que en coordinar sus acciones.
Y los hechos vinieron a dar la razón al sultán, pues las dos primeras acciones realizadas a finales de siglo finalizaron en importantes descalabros.
El primero de ellos fue el fallido golpe de estado intentado a finales de 1895 por los Jóvenes Turcos en la capital, con la cooperación del comandante en jefe de la plaza, el general Kazim Pasa. La eficaz policía política del régimen descubrió el complot a tiempo, y todo el grupo de lo que ya se conocía como Comité de Unión y Progreso (CUP) fue desarticulado. Sin embargo el sultán solo castigó al general Kazim enviándolo como gobernador a Albania. Esta benévola reacción se explica por la implicación de un gran número de estudiantes de teología islámica y cadetes de las academias militares, así como numerosas facciones palaciegas, hasta el punto de que observadores extranjeros hablaban de un “Partido de Palacio”.
El segundo revés sufrido por los Jóvenes Turcos tuvo lugar en 1897 cuando el propio sultán ofreció a los líderes destacados de la oposición en el exilio la posibilidad de poner sus ideas y energías al servicio del Imperio. Esto produjo una grave escisión en el movimiento, pues buena parte de ellos aceptaron los cargos ofrecidos dejando a la rebelión muy malherida.


ABDUL HAMMID II

Ya iniciado el siglo XX, el movimiento de los Jóvenes Turcos no parecía capaz de poner en serios problemas al régimen de Abdülhamid II. Sus hermanos mayores, los Jóvenes Otomanos eran ya el símbolo de una alternativa fracasada y humillada. Ni la breve experiencia parlamentaria de 1876 ni los deseos de complacer a las potencias occidentales habían servido de nada. Los otomanos seguían siendo tratados como un cero a la izquierda, pues mientras la tinta de los tratados estaba aún fresca, tanto franceses como ingleses se habían apresurado en ocupar territorios de la Sublime Puerta. Aparte de los cristianos balcánicos, los armenios se habían constituido como una nueva fuerza nacionalista particularmente organizada y agresiva, y los griegos, que aún seguían siendo súbditos del sultán, eran cada vez menos dignos de confianza, igual que los búlgaros.
En estas circunstancias, no es de extrañar que Abdülhamid II se apoyara en la reserva ideológica de un tradicionalismo que incluía la recuperación del panislamismo, reivindicando su estatus de califa. Y la mejor forma de llevar a la práctica esta política era nombrar personalmente los cargos religiosos que se enviaban a antiguas regiones del Imperio que se encontraban bajo tutela u ocupación extranjera, empleando así el mismo sistema que habían utilizado en sentido contrario rusos y austriacos durante decenios, con la advertencia de que cualquier ataque contra el Imperio Otomano supondría el riesgo de desencadenar levantamientos musulmanes en sus propias colonias. Parece que las grandes potencias europeas se tomaron en serio tales avisos.
Con esta nueva política, se rescató la utilización del árabe, así como de las liturgias coránicas y personajes de Siria y Líbano accedieron a importantes cargos en la capital. La recuperación del orgullo islámico fortaleció el régimen ante las potencias de la época, lo cual no favorecía al otomanismo liberal de los Jóvenes Turcos en el exilio.
6.- La cuestión macedonia. Revolución de los Jóvenes Turcos
Sin embargo, el CUP iba a experimentar un brusco relanzamiento que concluiría con la revolución de 1908. El motivo de este cambio se debió a que el núcleo del movimiento pasó de los intelectuales en el exilio a los militares dentro del propio territorio del Imperio.
La situación en Macedonia era cada mas mas complicada, y en el verano de 1903 los nacionalistas macedonios organizaron una sublevación. Como era habitual en cualquier contienda balcánica, la peor parte la sufría la población civil, ya cristiana ya musulmana, víctima de las represalias de las bandas guerrilleras. Las potencias europeas sólo resaltaron los excesos cometidos por una de las partes, la otomana, sin tener en cuenta que el alzamiento era consecuencia de las concesiones administrativas hechas por el sultán a instancia de esos mismos países europeos.
Tras la conclusión militar de la crisis, Rusia y Austria acordaron un plan de paz conocido como el Programa de Mürzsteg, que fue apoyado por los firmantes del Tratado de Berlín. Se trataba de una nueva variante de los acuerdos intervencionistas impuestos por las potencias, en el que tanto Viena como San Petersburgo supervisarían las reformas dictadas. Como era notorio, este tipo de acuerdo sólo servía para alimentar las ambiciones nacionalistas locales, pues se sentían respaldados y alentados a continuar la lucha.
Ante la posibilidad de un enfrentamiento abierto en la zona, Abdülhamid II cedió a las exigencias de Mürzteg y como consecuencia, Macedonia se convirtió en un infierno, en el que bandas de serbios, búlgaros, valacos, macedonios y albaneses musulmanes organizaban atentados y asesinatos contra la población civil, funcionarios, maestros y autoridades religiosas de cualquier bando o a las instituciones del gobierno otomano.
Este tipo de guerra no declarada resultaba frustrante para los militares del Imperio, que echaban la culpa al régimen autocrático del sultán y pensaban, quizá ingenuamente, que una representación de los pueblos de Macedonia en el Parlamento resolvería la cuestión. Pero en 1904 tuvo lugar un acontecimiento de carácter internacional que influyó de forma importante en el movimiento de los Jóvenes Turcos y en los militares otomanos: Estalló la guerra ruso-japonesa y ante un mundo asombrado, los ejércitos nipones derrotaron a su adversario. Era la primera vez que ocurría algo así y el impacto en el Imperio Ruso fue de tal magnitud que provocó una revolución en 1905.



GUERRA RUSO JAPONESA

Para los militares otomanos fue una revelación: el antiguo adversario ruso no sólo no era invencible, sino que además presentaba síntomas de decrepitud superiores a los de su propio Imperio. De repente Japón se convirtió en un modelo anti-imperialista y no sólo para los otomanos. Parecía haber llegado la hora de las naciones no europeas. Un elemento que parecía clave en el desarrollo de la situación era la aceptación por los gobernantes de un gobierno constitucional. El mismo zar de Rusia aceptó una Constitución y la introducción de la Duma y el viejo vecino de los otomanos, como era Persia también se convirtió al régimen constitucional.
Por otro lado, los antiguos cadetes que militaban en las filas del CUP, ahora convertidos en oficiales con mando y destino, y por tanto con poder real para actuar, comenzaban a significarse como protagonistas del futuro del Imperio. Tal era el caso de un joven teniente, recién graduado por la Academia Militar en enero de 1905: Mustafá Kemal. En Damasco, su primer destino, organizó una rama conspirativa llamada Patria y Libertad, adscrita al CUP.  Pero Siria estaba muy lejos del centro neurálgico del Imperio, por eso se ocupó personalmente a comienzos de 1906 de que sus ideas llegaran al alto mando del III ejército  otomano con sede en Salónica, su ciudad natal.
Con excepción de la capital, Salónica era la ciudad europea mas importante que le quedaba a la Sublime Puerta y además estaba en el ojo del huracán del conflicto macedonio. Los tentáculos del CUP se habían extendido rápidamente por Macedonia, con el apoyo de los francmasones y el dinero de los judeoconversos al islam, que querían así mostrar su lealtad a la causa otomana. Mientras tanto, los núcleos de intelectuales en el exilio seguían sin solventar sus diferencias programáticas en el segundo Congreso de los Jóvenes Turcos celebrado en Paris a finales de 1907.
Entretanto, en el seno del ejército, menudeaban las protestas de grupos de soldados descontentos por no haber recibido su paga en meses. Parece evidente que Abdülhamid no había llegado a entender que el verdadero peligro estaba en el interior de un ejército mal pagado y que llevaba treinta años sin combatir, deseoso de sacarse la espina de la derrota de 1878.
En la primavera de 1908 comenzaron a llegar a Constantinopla frecuentes informes sobre el descontento del III Ejército en Salónica. En junio llegó a conocimiento de los militares que el rey de Gran Bretaña y el zar de Rusia se habían reunido en Estonia para discutir el futuro de Macedonia. Ese fue el momento decisivo en que los conspiradores decidieron poner fin al régimen hamidiano. El sultán mandó un agente especial a la zona para que le informara de la situación, pero sufrió un atentado cuando regresaba con su informe. El comandante del III Ejército y todo su estado mayor fueron destituidos y la investigación continuó. Al ser descubierta su militancia conspirativa, el mayor Ahmed Niyazi Bey se echó al monte con sus tropas dispuesto a crear una verdadera insurgencia guerrillera.
Lo ocurrido a continuación podría llamarse un “pronunciamiento negativo” pues el ejército enviado por el sultán para aplastar a los rebeldes no se mostró dispuesta a actuar en su contra, confraternizando con ellos. Estas manifestaciones de apoyo a los sublevados obligó a la célula política del CUP, pillada por sorpresa, a hacerse con las riendas de lo que era ya una rebelión abierta en la Macedonia otomana.
El sultán no tuvo otra opción que convocar de nuevo el Parlamento, como exigían los sediciosos, señalando así el triunfo de lo que se denominó la Revolución de los Jóvenes Turcos, el 23 de julio de 1908.



Los primeros momentos de la revolución fueron de gran optimismo. La oposición al régimen autocrático del sultán había terminado por unir a los Jóvenes Turcos con diversos movimientos nacionalistas y separatistas, especialmente armenios y albaneses. La restauración de la Constitución y el Parlamento parecía asegurar el marco en el que resolver los problemas que aquejaban a la Sublime Puerta, y en las fechas posteriores al triunfo de la revolución se sucedieron las escenas de confraternización entre las diversas poblaciones nacionales del Imperio.
Pero al suceder los hechos de forma algo improvisada e imprevista, a CUP la revolución le venía grande. Optaron en principio, de forma significativa, en seguir constituidos como una sociedad secreta, sin intención de asumir responsabilidades de gobierno y manteniendo su sede en Salónica en lugar de en la capital. Tampoco su programa político estaba claro, pues en principio no iba mas allá que la restauración del Parlamento. Esto produjo una situación de indefinición política, pues nadie sabía exactamente donde estaba la verdadera autoridad.
Esta situación fue aprovechada por Bulgaria para proclamar unilateralmente su independencia total del Imperio en octubre de 1908. Inmediatamente después, Creta anuncia su decisión de unirse a Grecia y el Imperio Austro-Húngaro se anexiona formalmente Bosnia-Herzegovina, cuyo control mantenía por mandato de la Conferencia de Berlín.
Estos hechos tuvieron un efecto   muy negativo sobre el nuevo régimen del Imperio. Vino a demostrar que ni la Constitución ni el Parlamento habían servido para evitar la acción de las fuerzas nacionalistas, ni el respeto de las grandes potencias y surgió una contestación popular e islamista. En este ambiente, en la primavera de 1909 estalló un intento contrarrevolucionario, liderado por las fuerzas islamistas de la Sociedad de Unidad Islámica, que pretendían reemplazar la Constitución por la Sharia, ley islámica, para unir a los musulmanes del Imperio y lanzarlos al rescate del islam.
Desde Salónica, plaza fuerte del CUP, se organizó un ejército operacional, que marchó hasta la capital, ocupando sin problemas los cuarteles y los centros de los sediciosos. Reunida de nuevo la Asamblea Nacional, depuso al sultán Abdülhamid II acusado de haber estado detrás de la intentona. En su lugar fue llamado al trono a su hermano Mehmed V.
El fracaso de la insurrección de 1909 introdujo un importante cambio en el régimen de los Jóvenes Turcos. El contragolpe había sido organizado y dirigido por jefes y oficiales del III Ejército, fueran o no militantes del CUP. Este hecho iba a tener posteriormente un gran protagonismo político, pues muchos oficiales, como el mismo Mustafá Kemal, abogaron por una separación del ejército y la política, dando al CUP un carácter mas civil. En realidad se había impuesto una especie de democracia vigilada por el ejército, precedente del sistema político turco a lo largo del siglo XX.      

7.- Guerra italiana. Guerra de los Balcanes.
El periodo parlamentario iniciado tras estos acontecimientos tuvo como consecuencia la reforma de varios artículos de la Constitución con el fin de restringir el poder del sultán y aumentar el de la Cámara. Este nunca volvería a gobernar y sus funciones quedarían reducidas a ratificar las decisiones del Gobierno y del Parlamento.
En esta situación, a comienzos de 1911 estallo una revuelta nacionalista en Albania, relacionada con las promesas de autonomía prometidas por el CUP en los tiempos de común militancia clandestina, exigiendo un autogobierno muy próximo a la soberanía. El gobierno cedió a las  pretensiones albanesas, pero para entonces ya estaba en marcha una amenaza mucho mas grave, que se plasmó en septiembre de 1911 cuando Italia se lanzó a ocupar el último resto del Imperio Otomano en el Magreb: La costa de Tripolitania, actual Libia.



GUERRA ITALO TURCA 1911-1912

Este hecho tuvo un profundo impacto en el mundo otomano, pues a diferencia de los Balcanes, este territorio estaba poblado íntegramente por musulmanes, que no habían puesto nunca en duda la soberanía otomana Esta situación actuó como aglutinante para defender los territorios del Imperio, que muchos consideraban como un califato.
El ataque suponía una nueva preocupación para la Sublime Puerta, pues una potencia menor se atrevía a atacar en solitario al Imperio, sin que, nuevamente, los firmantes del Tratado de Berlín hicieran nada para evitarlo, con la responsabilidad añadida de demostrar que la Sublime Puerta era capaz de defender el mundo musulmán frente a las agresiones del imperialismo europeo.
A pesar de que inicialmente el gobierno de Roma consideraba la confrontación como una campaña limitada, no tuvo mas remedio que poner en marcha todo su mecanismo de guerra para hacer frente al ejército otomano, al que se habían unido los beduinos senusis. En la primavera de 1912 llegaron a ocupar las islas del Dodecaneso, a un paso de la costa de Anatolia, y su escuadra bombardeó los fuertes otomanos a la entrada de los Dardanelos. Paralelamente se organizó un reparto de armas entre montenegrinos y albaneses para atizar la guerra en los Balcanes.
En la capital del Imperio, las victorias italianas provocaron una crisis en el nuevo régimen y también en el CUP al que culpaban de una perniciosa influencia en el ejército. Estos se vieron obligados a convocar nuevas elecciones para volver a modificar la Constitución y  restituir algunos de sus poderes al sultán. Este ofrecimiento no podía ser rechazado por la oposición y en abril de 1912 el CUP obtuvo 265 de los 275 escaños disponibles. Con todo, la victoria no estaba muy consolidada y los altos mandos seguían apoyando a los liberales de la oposición. Ante esta situación el sultán, utilizando sus recuperados poderes, forzó en el mes de julio un cambio de gobierno que excluía expresamente a los unionistas. El nuevo gobierno, con el consentimiento del sultán, disolvió el Parlamento, apartando así al CUP del poder.
Pero los acontecimientos no dieron tiempo a afianzar la situación, ya que en octubre la Sublime Puerta se vio envuelta en una nueva y devastadora contienda destinada a liquidar los últimos restos del Imperio en Europa.
A partir de acuerdos bilaterales, serbios, montenegrinos, búlgaros y griegos habían tejido una agresiva alianza que les preparaba para lanzar su ataque en cualquier momento. Ante la apertura de este nuevo frente, la Sublime Puerta se vio forzada a firmar un tratado con los italianos en Ouchy por el que perdían la Tripolitania y la Cirenaica y así los últimos territorios del Imperio Otomano en África.



Representantes del Reino de Italia y del  Imperio Otomano en Ouchy
Los países balcánicos, aprovechando la coyuntura favorable de la guerra ítalo-otomana, llegaron a una alianza en la que llevaban tiempo trabajando, para atacar a la Sublime Puerta. Además, los acuerdos de la Conferencia de Berlín,  habían saltado en añicos, pues nadie había hecho nada por detener a Roma, que también había recabado el apoyo de las potencias europeas en su pretensión expansionista.
La política de hechos consumados había sentado importantes precedentes en el juego imperialista y la diplomacia rusa, dolida tras el fracaso en la guerra ruso-japonesa y su posterior revolución, vio la oportunidad de una expansión de su influencia en los Balcanes, ya que en Extremo Oriente y Asia Central había quedado detenida, apoyando a búlgaros y serbios para solucionar a su favor la cuestión macedonia.
Los ejércitos agresores, bien equipados con armamento moderno y con varios frentes de ataque hicieron casi imposible la defensa de las últimas provincias del Imperio en los Balcanes. Los griegos tomaron varias islas del Egeo e interceptaban los refuerzos procedentes de Anatolia; los búlgaros se dirigieron hacia la capital, a través de la Tracia; los serbios avanzaban por Macedonia y el norte de Albania, enlazando con los montenegrinos.



GUERRA DE LOS BALCANES

A Constantinopla llegaban oleadas de refugiados, donde las luchas políticas se desataban en medio del desastre. El CUP pedía colaborar en un gobierno de coalición a lo que se negaban los liberales y los militares apolíticos. Ante la dimisión del gobierno, el sultán nombró a Kamil Pasa, hombre con experiencia en anteriores puestos durante la época de Abdülhamid II, que utilizó sus contactos con Gran Bretaña para solicitar ayuda en la defensa de la ciudad y proponer un armisticio temporal para negociar la paz. Las negociaciones se abrieron en Londres con la mediación del subsecretario de Asuntos Exteriores británico. Pero los unionistas, temiendo que el gobierno efectuase demasiadas concesiones en el tratado, efectuaron lo que se conoce como el “Golpe de la Sublime Puerta”, en el que un grupo de militares del CUP, encabezados por Enver Pasa, uno de los militares afectos al Comité desde sus orígenes en Salónica, entraron a punta de pistola en la residencia del Gran Visir y obligaron a Kamil Pasa a dimitir. Era enero de 1913.
La intención de este golpe era en principio patriótica y no totalitaria. El sultán organizó rápidamente un nuevo gobierno  a cargo de un militar neutral y apolítico, como Mahmud Sevket Pasa. El objetivo del nuevo gobierno era salvar la mayor parte de la Tracia y fundamentalmente Edirne. La guerra produjo un durísimo golpe a las arcas del Imperio, pues los ingresos procedentes de los Balcanes habían cesado y un gran número de refugiados, heridos y mutilados procedentes de dicho territorio debían ser atendidos.
Tras un breve periodo diplomático en Londres, en el que los otomanos intentaron ganar algo mas de tiempo, en febrero de 1913 los búlgaros reanudaron las hostilidades uniéndose enseguida el resto de sus aliados. Finalmente cayó Edirne y Mahmud Sevket aceptó un nuevo armisticio. El 9 de junio se firmó el Tratado de Londres que significaba la perdida de todos los Balcanes y la Tracia.
En la capital de Imperio se respiraba una profunda amargura. Se había perdido un territorio que colocaba a Constantinopla en una ciudad casi de frontera, y en la que reinaba un caos absoluto. En Gran Visir fue tiroteado y asesinado de camino hacia la Sublime Puerta y como respuesta se produjeron detenciones de líderes políticos de varios partidos y sospechosos de haber participado en el atentado. Pero nuevamente, un hecho inesperado volvió a colocar al CUP en posición dominante.
A finales de junio, una discusión entre los vencedores sobre la disputa del botín tomado a los otomanos hizo que Bulgaria atacara por sorpresa a sus antiguos aliados serbios y griegos. Macedonia era la pieza codiciada por todos y Serbia quería obtener a toda costa una salida al mar, que el Tratado de Londres le negaba. A esta situación se unieron los rumanos a fin de conseguir los territorios que no habían obtenido con su neutralidad anterior.
A los otomanos se les presentó una oportunidad inigualable para recuperar Tracia Oriental y Edirne. Los hombres fuertes del CUP apostaron por lanzarse a su rescate aprovechando la confusión. La operación se realizó casi sin disparar ni un tiro y por el nuevo Tratado de Bucarest, en agosto recobraron los territorios europeos que se mantienen hasta tiempos actuales.
Este éxito fue capitalizado por el CUP que aprovechó para ejercer el poder en la sombra aunque el gran visir Said Halim Pasa era el líder nominal del gabinete. El organigrama y la administración del estado fueron racionalizados, y el sistema fiscal reestructurado permitiendo el inicio de un vasto programa de obras públicas que convirtió a la capital en una moderna ciudad europea. Pero la gran innovación de este periodo fue la rápida secularización del estado, que incluyó la relegación de las diversas formas de influencia religiosa en la política y las instituciones.
Estas transformaciones reflejaban que el CUP ejercía el poder el solitario y el régimen derivaba hacia un “autoritarismo ilustrado”, que tendría su continuación natural hacia el kemalismo. Pero antes de su llegada, Europa entera y por ende la Sublima Puerta, tendría que sufrir el horror de la Gran Guerra.

CAPÍTULO 2
Derrota en la Gran Guerra y rebelión nacionalista.
1.- La Gran Guerra
Cuando estalló la Gran Guerra, en agosto de 1914, Bosnia-Herzegovina ya había separado definitivamente su destino al del Imperio Otomano y por tanto, los hechos allí acaecidos no afectaban directamente a sus decisiones. La opción de ir a la guerra era perfectamente evitable y de hecho, durante algunas semanas pareció que así iba a suceder. Las causas reales que llevaron a tomar tan crítica decisión permanecen, aún hoy, oscuras e indeterminadas. La excitación y turbación que sacudía Europa en aquellos días tuvo un papel importante. Entre los países que no formaban parte de las grandes potencias se generaba la sensación de que el resto de neutrales debía alinearse forzosamente con unos o con otros. Permanecer en la neutralidad podía ser una mala opción ante el bando vencedor, cualquiera que fuese.
Ante esta disyuntiva, Enver Pasa, nominalmente Ministro de la Guerra, pero en realidad hombre fuerte del gobierno, argumentó que situarse del lado de la Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia) era una mala elección debido a la presencia rusa en ese bloque, teniendo en cuenta además la permisividad con la que habían actuado hasta la fecha las grandes potencias a la hora de delimitar sus territorios. Era de esperar que la primera solicitud fuera el libre paso por los estrechos o incluso su control directo, lo que supondría un grave riesgo para el territorio otomano teniendo en cuenta los intereses británicos y franceses en el Próximo Oriente.



ENVER PASHA

Desde ese punto de vista, Alemania parecía menos peligroso dada su lejanía o sus escasos intereses en la zona. Además, desde mediados del siglo XIX los asesores militares prusianos venían desempeñando un importante papel en el adiestramiento y modernización del ejército otomano. Por otra parte, Alemania comenzó la guerra con grandes éxitos estratégicos en Francia y Rusia.
Hay también historiadores, como A.L. Macfie, que sostienen la gran influencia que en esta decisión tuvo la figura de Alexander Helphand, alias Parvus, uno de los impulsores de la revolución rusa de 1905.  Este ruso, de origen judío, que fue sentenciado a tres años de destierro en Siberia por actividades antigubernamentales, escapó de su cautiverio, pasando por Alemania para recalar finalmente en el Imperio Otomano. Allí se hizo con una importante posición económica y se convirtió en persona de gran influencia sobre varios líderes del CUP. Usó su situación para proclamar que el camino hacia el socialismo pasaba por la destrucción del Imperio Ruso. Esta opinión le llevó a apostar por el poder militar alemán como forma de aniquilar a Rusia en 1914.
Parece que este criterio fue el asumido también por Enver y los intervencionistas en favor de los estados centrales, que en el fondo albergaban cierta esperanza de ampliar el Imperio integrando a los turcos de Asia Central a costa del Imperio Ruso.
Pero en contra de tales expectativas jugaban otros factores. El ejército otomano no estaba preparado para una guerra de tal envergadura, Las malas comunicaciones impedían una rápida movilización de las tropas, mermando su capacidad estratégica. Además su economía no mantenía las condiciones para soportar una guerra de ese calibre. Tras las desastrosas consecuencias de las Guerras Balcánicas, apenas contaba con una industria propia, pues su territorio había mermado en poco tiempo un 32 % y su población un 20%, además de provocar su colapso financiero.
Otro importante factor tenido en cuenta para ponerse finalmente de lado de los países centroeuropeos era el resultado negativo que habían tenido tanto británicos como rusos en sus recientes confrontaciones. La Guerra de los Boers para Gran Bretaña por un lado y la Guerra ruso-japonesa por otro. Por parte de la Entente se tenía también en cuenta la incapacidad otomana en la Guerra de los Balcanes.
Pero la Sublime Puerta demostró no ser un adversario fácil, capaz de poner en dificultad al Imperio Ruso e infligir a los británicos una de las derrotas mas sonadas de la Gran Guerra, superando con creces su rendimiento al de su aliado, el Imperio Austro-Húngaro. Como muestra basta mencionar la batalla de Gallipoli, en la que las tropas otomanas estaban comandadas por un tal Mustafá Kemal.


MUSTAFA KEMAL EN GALLIPOLI

No obstante, el mismo error de minusvaloración cometido por los británicos respecto al ejército otomano, fue cometido por estos respecto al ruso. Los otomanos lanzaron una ofensiva a través del Cáucaso en pleno invierno de 1914, cuyos devastadores resultados dejaron su poder militar seriamente dañado, acción que junto al intento de tomar el Canal de Suez, puso de relieve que el ejército otomano no estaba en condiciones de lanzar grandes ataques, sino de adoptar una estrategia defensiva. Por otro lado, el Imperio Otomano fue la única potencia contendiente que tuvo que hacer frente a una guerra de insurgencia en su propio territorio, a causa de los levantamientos nacionalistas de árabes y armenios.
2.- Revuelta armenia y árabe.
La presencia de una minoría armenia en el seno del Imperio Otomano comienza ya en el siglo XV manteniéndose intacta durante tres siglos, hasta que la Guerra Ruso-Turca de 1828 dividió el territorio armenio en dos partes. La parte oriental fue cedida al Imperio Ruso mientras que la parte occidental continuaba bajo dominio otomano. Las relaciones entre la comunidad armenia y las autoridades otomanes eran muy conflictivas a lo largo del último cuarto del siglo XIX. La creación de la gran Bulgaria durante el Tratado de San Stefano y la posterior Conferencia de Berlín hacía inviable el apoyo a una Armenia independiente, pues las potencias occidentales no deseaban incrementar la influencia ni de rusos ni otomanos en la zona.
Este rechazo supuso que el nacionalismo armenio se desarrollase con una gran amargura, ante lo que ellos creían un abandono por parte de las potencias firmantes del Tratado de Berlín. La delegación armenia a la Conferencia, estaba encabezada por el patriarca de Constantinopla, Mgrditch Kirimian, que mas tarde proclamó una encíclica en la que pedía el apoyo a las posturas nacionalistas mas extremas.  Tanto en territorio ruso como en territorio otomano se formaron entonces grupos de insurrectos que emularon la acción de anarquistas y nacionalistas de diversas partes de Europa, además de rebelarse contra el pago de impuestos en zonas rurales  o efectuar ataques organizados por grupos aislados.



Caricatura de la época en referencia a los intereses británicos
 en la actuación del Imperio Otomano respecto a los armenios

Su alejamiento geográfico de la capital hizo que la represión de dichas revueltas fuese encargada a contingentes formados entre los habitantes de la parte oriental de la península de Anatolia. Se formaron los llamados “escuadrones hamidianos” compuestos principalmente por caballería kurda. En el ambiente de la autocracia hamidiana y en parajes aislados, esta táctica contrainsurgente adquirió muchas veces perfiles de brutalidad salvaje, que ejercían a veces los propios civiles musulmanes, víctimas de ataques anteriores o fuerzas irregulares kurdas, dirigidas mas por funcionarios locales que por orden directa de Constantinopla. Las peores matanzas ocurrieron a partir del otoño de 1895 como respuesta a diversas sublevaciones: La revuelta de Van; el levantamiento de Sasun; la rebelión de Zeytun. Esta situación provocó violentas protestas, planeadas para llamar la atención de la comisión investigadora internacional.
Durante estos años, en la parte rusa el número de armenios se había incrementado debido a dos guerras con Irán y el avance hacia el Cáucaso. El pueblo armenio había prosperado notablemente a lo largo de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, de forma que constituía un grupo de profesionales de diverso género: Comerciantes; militares; funcionarios.
Nada mas comenzar las hostilidades, en noviembre de 1914 comenzaron a producirse incidentes en las tropas otomanas del Cáucaso, hasta que en abril de 1915 unidades de insurgentes, con armamento moderno suministrado por los rusos, lograron tomar la ciudad de Van. A raíz de esta acción, Enver Pasa, en calidad de jefe del Estado Mayor otomano, estableció una directiva por la que los armenios constituían un peligro para el esfuerzo de guerra y fijaba un plan para evacuar la población civil de Anatolia Oriental a Irak. Se estableció que los deportados debían ser escoltados y protegidos hasta los lugares de reasentamiento  y tratados con consideración.
Sin embargo, los excesos y las masacres comenzaron casi inmediatamente. Los encargados de escoltar a los civiles eran tropas irregulares  de kurdos o circasianos; civiles armados o miembros de la unidad paramilitar Teskilat-i Mahsusa, (Organización Especial), controlada por el Ministerio del Interior. Su implicación en las masacres de población armenia hace sospechar que no se trataba de un plan organizado por el gobierno otomano, extremo en el que los nacionalistas armenios han venido insistiendo.
En lo que a los árabes se refiere, habían permanecido fieles al Imperio durante la mayor parte de la guerra, formando parte del Cuarto Ejército o peleando codo con codo con los turcos en Gallipoli. A pesar de la mitificación de la figura del militar y arqueólogo británico Lawrence de Arabia como caudillo de la rebelión árabe contra la Sublime Puerta, parece que los motivos reales son mas prosaicos. Las ambiciones personales del jerife de La Meca, Husayn, y el generoso dinero desembolsado por los británicos parece ajustarse mas a la realidad. Husayn estuvo negociando a dos bandas con otomanos y británicos con el fin de sacar el mayor partido de ambas partes, pero la paciencia de Enver se agotó y la noticia de que una fuerza otomana pasaría por su territorio para dirigirse a Yemen, fue interpretada como un castigo del gobierno de Constantinopla, lo que le llevó a decidirse por los británicos, desencadenando la revuelta en junio de 1916. Husayn habría obtenido cincuenta mil libras en oro para armar a sus tropas en los primeros momentos y hasta dos millones en el primer año de la revuelta. No es de extrañar que los beduinos conocieran a T.E. Lawrence como “El hombre con el oro”.


T,E.LAWRENCE

Inicialmente la revuelta árabe no cosechó muchas simpatías en el mundo islámico. Existía un importante recelo hacia los británicos y sus intenciones respecto a los Santos Lugares del Islam, así como hacia la figura de Husayn. De hecho en la misma ciudad de La Meca la mayoría de sus habitantes seguían siendo pro otomanos seis meses después del estallido de la revuelta. Como sustento del régimen hachemí, la Royal Navy controlaba las costas del mar Rojo y estaba en disposición de desembarcar armas, asesores o tropas regulares para apoyar el esfuerzo militar árabe, por lo que negarse a colaborar suponía un bloqueo de suministros  y alimentos, algo peligroso en esos momentos en los que la peregrinación a La Meca había descendido notablemente a causa de la guerra.
El apoyo prestado por la Entente y las promesas realizadas, hizo que las aspiraciones personales de Husayn fueran subiendo de tono. Este pensaba de hecho en ponerse a la cabeza de un imperio que debería incluir toda Arabia, y el Próximo Oriente, con Siria, Líbano, Palestina e Irak.
Dada la deriva de los acontecimientos, Paris y Londres se pusieron de acuerdo en secreto para efectuar un reparto preventivo del Próximo Oriente, por lo que firmaron el Tratado de Sykes-Picot en diciembre de 1915, con el beneplácito de San Petersburgo, que aprovechó para incluir a su favor la mitad oriental de Anatolia, firmando el documento en mayo de 1916. Por si algo faltaba, en el Tratado se incluía que Palestina seria gobernada por un “Condominio Aliado”, cuya situación final se decidiría al final de la guerra. Esto se debía al asentamiento en la zona de unos noventa mil colonos judíos.
La firma del Tratado de Sykes-Picot, efectuada mas de dos años antes del final de la Gran Guerra, ponía de manifiesto que el expolio del Imperio Otomano era uno de los objetivos bélicos mas claramente definidos, pero todo pareció venirse abajo con la Revolución Rusa. La caída del zar Nicolás II en marzo de 1917 hizo que el nuevo gobierno denunciara públicamente los acuerdos imperialistas relativos al territorio otomano.
Estos acontecimientos hicieron que el nuevo primer ministro británico Lloyd George, de notables sentimientos anti otomanos, se apresurase a cambiar los términos del acuerdo, ante la ya evidente ausencia de Rusia, para darle a Gran Bretaña el definitivo control del territorio, en perjuicio de Francia. En esta situación, fue cuando el secretario de estado británico Arthur J. Balfour dio a conocer la Declaración que lleva su nombre, por la que veía favorable la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina. Así fue como uno de los argumentos usados por los sionistas como pieza fundamental para la creación del estado de Israel, con el apoyo de la comunidad internacional, es en realidad un documento redactado ex profeso equívocamente, pues su intención final era otra: Apartar a Francia del control de la zona.
La salida de Rusia de la contienda supuso un alivio para la Sublime Puerta en relación al territorio de Anatolia. El Tratado de Brest-Litovsk firmado entre alemanes y las nuevas autoridades bolcheviques en marzo de 1918 suponía una renuncia definitiva por parte rusa a los territorios de Anatolia Oriental. Alentados por el cese de la presión en esa parte de su territorio, el ejército otomano dirigió una ofensiva sobre Transcaucasia para proteger a los habitantes musulmanes de la zona, por lo que firmaron sendos acuerdos con georgianos, armenios y azeríes, que dio luz verde a la creación de una República de Azerbaiyán.
Estos hechos produjeron una grotesca situación en la zona, pocos meses antes de la finalización de la guerra. Los alemanes consideraban aquel territorio como de influencia propia e instaron a los otomanos a que no traspasaran las fronteras orientales del Imperio. Por otro lado, y debido a las reservas petrolíferas de la zona, también rusos y británicos pretendían el control del Transcaucaso, lo que dio lugar a que los bolcheviques, con ayuda militar británica y apoyo diplomático alemán, resistieran los ataques otomano-azeríes sobre Bakú.
Pero la Gran Guerra tocaba a su fin y en julio de 1918 en el frente occidental los alemanes comenzaban a batirse en retirada. En septiembre, los británicos lanzaron su ofensiva final sobre Palestina en colaboración con los rebeldes árabes, que les llevaron en octubre hasta Damasco. Al mismo tiempo, un aliado decisivo como Bulgaria arrojaba la toalla. Desde ese momento quedaban aislados del Imperio Austro-Húngaro y de Alemania. Para entonces se completaba la ocupación de Siria, tras Líbano y Palestina. Los aliados se acercaban a las proximidades de Anatolia.
El gobierno otomano se vio obligado a pedir el armisticio. El ministro de Marina, Huseyin Rauf Orbay se trasladó a la isla de Lemnos y tras tres días de discusión se firmó en el puerto de Mudros la rendición. Era el 30 de octubre de 1918. El “hombre enfermo de Europa” acababa de morir.
3.- Armisticio de Mudros y Tratado de Sevres.
En julio de 1918 había muerto de un ataque cardiaco el sultán Mehmed V. Le sustituyó su hermano Mehmed VI. Fue el último sultán de la dinastía otomana, y aunque su reinado oficialmente duró cuatro años, en realidad solo fueron cuatro meses, hasta el final de la guerra.  
Los británicos, cuyos intereses en la zona eran primordiales, fueron los encargados de que se realizaran con prontitud los acuerdos plasmados en Mudros. Los estrechos quedarían francos a la navegación aliada; sus fuertes desarmados y los campos de minas, neutralizados. Las tropas inglesas tomaron el control de ambas márgenes del Bósforo y los Dardanelos y los puertos quedaban abiertos a los barcos de la Entente. El ejército otomano seria desmovilizado y todos los prisioneros liberados.





En el aspecto territorial, el sultán debía renunciar a todas sus posesiones con excepción de Anatolia, sobre la que se reservaban el derecho a ocuparla en caso de amenaza para la paz. Este extremo estaba especialmente reservado para las provincias de población armenia.
El espíritu de Mudros se recogería año y medio mas tarde en el Tratado de Sevres. En él se haría patente el diferente trato aplicado por los vencedores sobre los viejos imperios multinacionales o sobre los estados nacionales. Para Alemania y Bulgaria las pérdidas territoriales fueron limitadas, sin embargo tanto para el Imperio Otomano como para el Austro-Húngaro el desmembramiento fue total.
Pero una vez finalizada la guerra, había que cerrar la maraña de acuerdos firmados por los británicos con unos u otros aliados a lo largo de la contienda. Esto no resultaría nada fácil, pues ahora todos los países que habían participado en la victoria reclamaban sus derechos. Así, los franceses reclamaban la orilla norte de los estrechos y algunas ciudades del sudeste de Anatolia; los italianos puertos como Marmaris y Antalya en el sur y la importante ciudad de Izmir, que los británicos tenían “reservada” para satisfacer las ambiciones griegas en Anatolia, en pleno delirio nacionalista, liderado por el primer ministro Eleftherios Venizelos. En la parte oriental de la península las reclamaciones territoriales también menudeaban. Kurdos, georgianos y azerbaiyanos disputaban a los armenios partes de las provincias turcas, mientras que Irán reclamaba regiones del Cáucaso.
Ante este guirigay, los aliados perdieron el interés de convertirse en árbitros de las reclamaciones jurisdiccionales. La única excepción, por el lado británico, era la construcción de un cordón defensivo sobre sus posesiones en Oriente Medio y el Mediterráneo oriental y dada la antipatía de Lloyd George hacia turcos y franceses, Grecia se ponía a la cabeza de sus preferencias.
Posteriormente, en plena guerra greco-turca, se publicó el Tratado de Sevres, por el que el gobierno otomano debería aceptar la derrota en la Gran Guerra. Además de las consabidas restricciones de ejército y armamento, el Tratado suponía la pérdida por parte del estado otomano de la capacidad de ejercer una política económica propia, pues una comisión aliada debería supervisar los presupuestos, la deuda pública, la fiscalidad, aduanas, moneda y crédito.
Grecia se llevaba la parte del león, en el nuevo reparto territorial: Tracia oriental, hasta solo 40 kilómetros de Constantinopla; Izmir y sus alrededores y todas las islas turcas del Egeo, a excepción del Dodecaneso que quedaba en poder de Italia. Armenia era reconocida como nuevo estado en aplicación de la doctrina Wilson y los estrechos quedaban sujetos a la administración internacional. Pero el Tratado no llegó a entrar en vigor, al no ser ratificado por las partes firmantes.
4.- Guerra de independencia turca.
A diferencia de lo sucedido en otros estados, como Alemania y Austria, la derrota militar en la Gran Guerra no supuso para el Imperio Otomano un cambio de régimen político. Los vencedores permitieron la continuidad del sultán, que mostró una actitud abiertamente colaboracionista. El CUP fue disuelto y se inició la detención y juicio de responsables de crímenes de guerra a iniciativa de los vencedores, creando un nuevo precedente en contra de los otomanos, pues no ocurrió nada similar con el resto de los vencidos.
Pronto aparecieron nuevas formaciones políticas, y aunque el CUP era en teoría ya historia, los unionistas seguían siendo mayoría en el Parlamento en el seno de los nuevos partidos creados. El temor a perder el control hizo que el sultán disolviese la Cámara y el Gobierno actuase por decreto.
Aunque la actitud de la población era de total hundimiento moral, en pocos meses se extendió un ambiente de creciente oposición. Existía un gran antagonismo hacia los invasores extranjeros, sobre todo por una parte del ejército regular otomano que se encontraba desde el final de la guerra en el interior de Anatolia y que, a comienzos de 1919 nadie se había ocupado de desarmar, en cumplimiento del armisticio de Mudros.
En la primavera de 1919 el premier británico Lloyd George decidió jugar la carta griega. En el mes de mayo, navíos ingleses, franceses y norteamericanos desembarcaron una división griega al completo en el puerto de Izmir. Poco tiempo después las tropas griegas ya habían sobrepasado el perímetro previsto por los aliados. El resultado fue una masacre sobre la población civil turca y la huida de mas de un millón de refugiados.  Esta inesperada irrupción despejó todas posibles dudas de los turcos: Los vencedores no estaban aplicando los idealistas principios proclamados por Wilson y además estaban usando a los griegos para que les hiciera el trabajo sucio.
La llegada de los griegos a Izmir, marcó la entrada de Mustafá Kemal por la puerta grande en la historia turca. Cuatro días después desembarcaba en Samsun, puerto del Mar Negro en el norte de Anatolia a bordo de un cascarón que apenas se mantenía a flote llamado Bandirma. Procedía de Constantinopla y su misión era, como Inspector General del IX Ejército, supervisar el licenciamiento de las tropas solicitado por las autoridades militares de la Entente, con el consentimiento de Mehmed VI, que sabía de sus ambiciones políticas y su papel de cabecilla entre los militares, alejándolo así de la capital.


BUQUE BANDIRMA

Pero Mustafá Kemal no perdió el tiempo. Se puso a organizar una estructura política que diera soporte civil e institucional a la labor de resistencia. El 22 de junio de 1919, con la denominada Circular de Amasya, se levantó la bandera de la rebelión contra la ocupación extranjera. En este documento, firmado por él junto a otros militares y políticos, se denunciaba que la unidad e independencia de la patria estaban en peligro, y que el gobierno del sultán no podía hacer frente a su responsabilidad. Se convocaba un “comité nacional”, libre de influencias extranjeras en la ciudad de Sivas, precedido por otro para los representantes de las provincias orientales, en Erzurum.
El Congreso Nacional de Sivas acogió a los representantes de cada una de las provincias de Turquía, y se celebró en esa remota ciudad del interior de Anatolia por ser el lugar mas seguro, entre el 4 y 11 de septiembre de 1919. Es considerado como el acontecimiento fundacional de nuevo régimen nacionalista turco, que se negaba a aceptar el reparto impuesto por los vencedores y las ambiciones territoriales griegas.


ASISTENTES AL CONGRESO DE SIVAS- EN EL CENTRO MUSTAFA KEMAL ATATÚRK

Los ingleses entendieron que la situación se les escapaba de las manos. Proclamaron la ley marcial en la capital, derrocaron al Gran Visir, colocando uno nuevo afín y clausuraron el Parlamento constituido recientemente tras nuevas elecciones ganadas por los nacionalistas.
Mientras tanto en Ankara, ciudad designada por Kemal como sede del Comité de Representantes elegido en Sivas, al considerar al sultán como prisionero de los ocupantes en Constantinopla, se anunció que la nación turca establecía su Parlamento en la nueva capital, bajo el nombre de Gran Asamblea Nacional. Era el mes de marzo de 1920.
Desde Constantinopla se respondió declarando a Kemal y sus asociados como infieles y un tribunal militar les juzgó en ausencia, condenándoles a muerte. Como respuesta,  Ankara  proclamó como único gobierno válido en Turquía al Comité de Representantes exhortando a que lo obedecieran sobre el de Constantinopla. La ruptura se había consumado y en Turquía existían dos gobiernos.
Como consecuencia de la división del país, el denominado nuevo “Ejército Califal” estaba aún en sus inicios, y los aliados, por medio de la Conferencia de San Remo, concedieron a los griegos manos libres para que se extendieran por toda la Tracia Oriental. Pero la ofensiva griega fue mas allá, llegando hasta Bursa, cuna del poder otomano, y siendo frenados a las puertas de Constantinopla debido a las presiones aliadas, destinadas a enfriar el entusiasmo griego, cada vez mas desorbitado.
Tras la disolución del Parlamento de Constantinopla por los aliados, los diputados que consiguieron escapar se dirigieron hacia Ankara. Allí se celebró en abril la sesión de la Gran Asamblea Nacional con 100 parlamentarios de la capital y otros 190 de las provincias, en la que Mustafá Kemal fue elegido presidente.
No obstante, la situación de Kemal no era todo buena que podía desear. Aparentemente contaba con una amplia base de apoyo político, pero entre sus seguidores primaban los intereses partidistas, y predominaba el sentimiento de que el gobierno de Ankara era totalmente provisional y al final de la guerra se efectuaría una remodelación total del poder, abierta a todas las posibilidades.
Menudeaban además un gran número de bandas armadas y ejércitos privados de las mas diversas opciones, que eran manipulados por unos y otros. Hasta minorías étnicas y clanes formaron sus propias fuerzas armadas. Los comunistas también formaban parte del inmenso y heterogéneo puzle. Los bolcheviques necesitaban algún amigo entre los otomanos que distrajera a las fuerzas aliadas que luchaban junto a los rusos blancos. A partir de este contacto comenzó a llegar ayuda soviética a los nacionalistas. El acercamiento a la Rusia soviética se institucionalizó y se establecieron relaciones diplomáticas regulares. El gobierno de Ankara necesitaba imperiosamente armas y dinero, además de ayuda para liquidar definitivamente el frente oriental ante los armenios.
Es muy posible que este acuerdo de conveniencias fuera uno de los factores que condujo a los nacionalistas de Ankara a la victoria. Para las fuerzas de la Entente la cuestión turca había pasado ya a segundo plano. Ni británicos ni franceses ni italianos querían embarcarse en una nueva contienda después de los horrores de la Gran Guerra.
Pero los griegos, con la vuelta al trono por segunda vez de Constantino I, que se veía a si mismo como nuevo emperador bizantino, lanzaron en junio de 1921, una nueva ofensiva con el propio rey y el gobierno desembarcando en Izmir. Para entonces tanto italianos como franceses se habían descolgado de la aventura turca y Londres que no estaba satisfecho con el regreso del rey a Atenas, comenzó a recortar suministros y préstamos a los griegos.
En julio, los griegos lanzaron su gran ofensiva sobre Ankara. Allí, Mustafá Kemal había recibido plenos poderes por parte de la oposición, con el fin de truncar su carrera política si se producía el desastre que pronosticaban.   
El encuentro tuvo lugar a orillas del rio Sakarya. Fue una batalla de desgaste por falta de medios de transporte, peleando durante 22 días con sus noches, y termino con la retirada de los griegos. Mustafá Kemal fue recibido triunfalmente en Ankara y nombrado Gazi, mismo título que habían recibido Osman y Orhan, fundadores de la dinastía otomana.
En los meses posteriores, el ejército kemalista se preparó para dar el golpe de gracia a los griegos, algo que veía inevitable el resto de Europa. Mientras tanto, las potencias de la Entente propusieron unas medidas destinadas mas a salvar la cara que a evitar la debacle griega. Kemal afirmó que no se negociaría nada mientras tropas extranjeras estuvieran el suelo turco. Finalmente, las unidades turcas entraron en Izmir en el mes de septiembre.
A partir de la derrota griega, las conversaciones de paz comenzaron en Londres, firmándose el Armisticio de Mundaya (octubre 1922) por el cual los aliados se comprometían a restituir a los turcos el control de Constantinopla, los estrechos y Tracia Oriental.
5.- Tratado de Lausanne.
El Imperio Otomano era el único vencido en la Gran Guerra que había podido rechazar un tratado elaborado por las potencias de la Entente, e incluso habían impuesto sus propias fronteras territoriales, expresadas en el Pacto Nacional de 1920. Tanto franceses como británicos e italianos se vieron constreñidos a convocar una nueva conferencia de paz. El lugar elegido fue la ciudad suiza de Lausanne y el comienzo se fijó para noviembre de 1922.



DELEGACION TURCA AL TRATADO DE LAUSANNE

Lausanne fue la confirmación internacional de la victoria. Turquía consiguió allí su reconocimiento como nuevo país, soberano e independiente. Esto supuso un importante revés en el orgullo de los aliados y en especial de los británicos, pues la anulación del Tratado de Sevres no se había producido por la acción de una potencia vencida, como el Imperio Otomano, sino por un renacido movimiento nacionalista turco.
Las fronteras adjudicadas coincidían en gran parte con las reivindicadas en 1920, pero de la cuestión territorial lo que mas satisfizo a la delegación turca, que encabezaba Ismet Inönü, mano derecha de Kemal, fue la devolución de Tracia Oriental de manos griegas y el trazado de unas fronteras aceptables con ese país.
Pero, además de los problemas surgidos en relación a los aspectos financieros e institucionales del tratado, que provocó la ruptura de las negociaciones durante algunos meses, la conferencia tuvo un capítulo oscuro: El intercambio de población entre Grecia y Turquía, acuerdo realizado directamente entre Kemal y Venizelos y supervisado por la recién creada Sociedad de Naciones. El resultado fue un inmenso traslado de población de uno a otro país. Se manejan cifras cercanas a un millón cien mil griegos y trescientos ochenta mil turcos, que creó una oleada de refugiados de difícil asimilación, pues el criterio usado para la expulsión fue el religioso. Así, musulmanes de lengua griega fueron a parar a Anatolia, mientras que cristianos ortodoxos, que no entendían otra cosa que el turco terminaron en Grecia.
La delegación yugoslava en la Conferencia de Lausanne tomó buena nota y en los años treinta intentaron repetir la operación, proponiendo el envío a Turquía de la población musulmana en Kosovo. Estos hechos se volverían a repetir en tiempo actuales, como la Guerra de Secesión en los Balcanes de 1999 y la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995.
                                      
CAPITULO 3
La República Turca. Atatürk
1.- Nacimiento de la República de Turquía.
Mustafá Kemal aprovechó la convocatoria de la Conferencia de Lausanne para solucionar un conflicto interno que le preocupaba: La dualidad de poderes existente en Turquía.
Las potencias convocantes de la Conferencia cursaron una doble invitación para asistir a la misma: Una al gobierno del sultán y otra al de Ankara. La única solución viable que encontró Kemal era la abolición del sultanato y separar esa institución del califato, que como cargo religioso, podría ser nombrado por la Gran Asamblea Nacional. Este resolución debería ser votada en la Asamblea, y ante la posibilidad de que los parlamentarios conservadores pudieran reaccionar creando problemas, Mustafá Kemal pronunció un encendido discurso que acalló la respuesta de la oposición.
En Constantinopla el gobierno estaba completamente aislado y dimitió tres días después. El sultán Mehmed VI se había quedado solo y poco tenía ya que hacer. Las autoridades británicas que ocupaban la ciudad lo sacaron a escondidas y lo embarcaron en un buque de guerra rumbo a Malta y el exilio. Terminaba así, para siempre, el sultanato osmanlí en noviembre de 1922.
Con la supresión del sultanato comenzó un periodo de profundas transformaciones institucionales y políticas constitutivas de la revolución kemalista. Los intentos del sultán para vetar a Mustafá Kemal y sus correligionarios no dejaba otra salida que una evolución política hacía el republicanismo. A pesar de que esta idea bullía ya en la cabeza de Kemal desde hacía mucho tiempo, aprovechó el momento mas adecuado, en plena euforia por la victoria y cuando se había convertido en salvador providencial de los turcos, para ponerla en práctica.
Kemal había demostrado ser un excelente militar y un gran diplomático, inspirador de un nuevo estilo a las relaciones internacionales de su país, pero pronto iba a dejar muy claro que era también un gran político, con un excelente sentido táctico al servicio de sus ideas estratégicas.
En el intervalo de las negociaciones de Lausanne, Kemal impuso la disolución de la Gran Asamblea Nacional y la convocatoria de nuevas elecciones. A la vez, fundó un nuevo partido para la ocasión: El Partido del Pueblo, con el fin de tener apoyo social y una base de masas pues el grupo de fundadores de la nueva Turquía comenzaba a resquebrajarse.
En las nuevas elecciones de marzo de 1923 el Partido del Pueblo y su líder aclamado salieron victoriosos. Pero Kemal no estaba dispuesto a dar tregua. En el mismo momento que las tropas de ocupación evacuaron la antigua capital del Imperio, recuperando así totalmente la soberanía nacional, se aprobaba una resolución para que la capital de la nación fuese Ankara. Sus razones eran la menor vulnerabilidad que por su situación estratégica tenía Constantinopla y desligarla simbólicamente del sultanato y el califato. 
Pero a finales del mes de octubre de 1923 Kemal tenía preparado un nuevo campanazo. La noche del 28 cenó con un grupo de adeptos y los comunicó que al día siguiente iba a proclamar la república. Él mismo, junto con Ismet, redactaron una enmienda a la Constitución de 1921 que incorporaba la nueva definición del estado. El día 29 la propuesta fue aprobada en la Gran Asamblea casi sin debate. A continuación Mustafá Kemal fue nombrado presidente de la República de Turquía.
Pero quedaba un último problema que solucionar para acabar con la ruptura definitiva de las viejas maneras otomanas y preservar el nuevo nacionalismo turco. Ya en la cabeza de Kemal rondaba hacía tiempo la idea de abolir el califato, pues temía que por esa vía sus opositores intentaran traer de nuevo al sultán, pero como era habitual en él, esperó hasta que la ocasión se presentase propicia.
La publicación de una carta en un diario de Constantinopla, dirigida al primer ministro Ismet por dos prohombres musulmanes indios, rogándole que el gobierno turco preservara el califato, provocó una enérgica reacción gubernamental que llevó a prisión al director del periódico acusado de alta traición.
Kemal aprovechó para llevar a la Asamblea varias propuestas de ley que acabarían con esta situación. Se votó la prohibición de que los militares en activo se dedicaran a la política, para evitar que buena parte de los disidentes, militares aunque ya sin mando, provocaran una rebelión en las filas del ejército, efectuando al mismo tiempo una reestructuración del Estado Mayor, apartándolo del gobierno. La abolición del califato fue el asunto mas debatido en la Asamblea, pero también salió adelante.
Con la abolición del sultanato y el califato y la proclamación de la Constitución republicana de 1924 finalizó la primera parte del programa kemalista para la construcción del nuevo estado turco.
2.- Mustafá Kemal “Atatürk”
¿Pero quién es Mustafá Kemal, el hombre que fue capaz de transformar radicalmente su país hasta convertirlo en una nación reconocida y respetada por los demás estados?
Mustafá, único nombre que se le asignó, nació en mayo de 1881 en la Salónica del Imperio Otomano, hijo de un modesto funcionario de aduanas, que probó también suerte como tratante de maderas. Su prematura muerte dejó a la viuda y sus dos hijos en una situación difícil. Un tío agricultor en las afueras de la ciudad se hizo cargo de la familia.
Parece que el joven Mustafá era un chico trabajador e inteligente, bien dotado para las matemáticas. A pesar de que su madre quería hacer de él un maestro formado en la tradición coránica, Mustafá se sentía atraído por la carrera de las armas, entrando en la Escuela Militar de Salónica y posteriormente en la Escuela de Cadetes de Monastir en la actual Macedonia. Allí permaneció durante tres años para marchar a la Escuela de Guerra de Constantinopla y a la Academia de Guerra donde se formaban los oficiales del Estado Mayor. De allí salió en 1905 con el grado de capitán.
Interesado en la política, era insaciable lector de los ilustrados franceses y seguramente las ideas de Voltaire, Montesquieu o Rousseau le hicieron abrazar pensamientos contrarios al absolutismo, el clericalismo y a las tradiciones paralizantes e inútiles. En 1910 marchó a Francia para participar en unas maniobras militares en la región de Picardie. 


MUSTAFA KEMAL EN PICARDIE (cuarto por la derecha)

A su vuelta fue encargado de reorganizar la Escuela de Oficiales de Salónica, y para entonces su mente pensaba ya mas como un político que como un militar. Pero a pesar de todo sigue siendo soldado y cuando los italianos desembarcan en Trípoli en 1911 es enviado a Libia, donde los italianos solo esperaban alguna escaramuza con los beduinos. Pero el estallido de las Guerras Balcánicas hace que sea repatriado el ejército de África y trasladado a los Balcanes. Allí también tuvo una destacada actuación impidiendo el acceso de los búlgaros a la península de Galípoli y en la toma de Adrianópolis, que fue capital del imperio antes de 1453.
Siendo agregado militar en Sofía ve, no sin angustia, declararse la Gran Guerra. Insistió para que su gobierno no se alineara con los Imperios Centrales, ya la nación se encontraba debilitada por las guerras precedentes, pero a pesar de estar en contra, continuaba siendo un hombre de guerra.
En los Dardanelos, donde Winston Churchill había desembarcado su flota junto con divisiones francesas, hizo abortar el ataque sorpresa sobre Ariburnu, haciendo huir a los aliados hacia las colinas de Anafarta. Los franco-británicos tuvieron que ser reembarcados. Su perdida en la península de Gallipoli había sido de 250.000 hombres.
Tras estos éxitos militares, su prestigio iba en aumento, así que Enver, a la sazón Ministro de la Guerra, le envió al otro extremo del Imperio a la cabeza del XVIº cuerpo de ejército para combatir a los ruso-armenios en Van y Bitlis.  De allí marchó a Hedjaz, donde la revuelta árabe se había puesto en marcha,  pero allí las tropas otomanas estaban bajo mandato alemán. Sus desavenencias con Von Falkenhayn, comandante de las tropas en Arabia, le hizo renunciar a su destino volviendo a la  capital.
Allí se le asignó la tarea de  acompañar al príncipe heredero (el futuro sultán Mehmed VI) en un viaje a Austria-Hungría y Alemania para visitar al káiser Guillermo II. Aprovechó para visitar las líneas alemanas en el frente occidental y llegó a la conclusión de que no tardando mucho los Imperios Centrales perderían la guerra.
El nuevo sultán le asignó el mando del VII Ejército en Palestina. Kemal llegó a Alepo en agosto de 1918 y pero el combate en el Próximo Oriente no duraría mucho tiempo. En octubre de 1918 se firmó el armisticio.
Poco a poco su pensamiento fue siendo mas crítico hacia el sultanato y la influencia que sobre este ejercía el gobierno alemán. Pero con el fin de la Gran Guerra, la desesperanza invadió al pueblo turco. Sus antiguos territorios estaban destinados a convertirse en protectorados franceses o británicos arrebatando a los turcos gran parte de Anatolia.
Pero Mustafá Kemal mantenía inquebrantables sus ideas y la fe en que los turcos lograrían finalmente su deseo de ver libre de ocupación extranjera el suelo de su país. Pero era necesario un último esfuerzo, un último sacrificio para que el éxito apareciera.
Y finalizada la guerra, aparecieron las circunstancias deseadas para llevar a la práctica su ideario. El sultán le nombró inspector del IX Ejército, que aún permanecía sobre el suelo de la región central de Anatolia, encontrando así su oportunidad para entrar por la puerta grande en la historia de Turquía.
3.- Kemalismo.
La ideología política adaptada por la nueva Turquía estaba basada en el ideario personal de Mustafá Kemal. Como cualquier régimen personalista (Peronismo, Castrismo, etc.) es necesario un  revestimiento  ideológico  que  identifique  los  principios en  los  que  se basa.
En este caso el kemalismo, kemalizm, está basado en seis conceptos básicos denominados las Seis Flechas, Alti Ok,. Estos seis pilares eran: republicanismo, secularismo, nacionalismo, populismo, estatalismo y revolucionarismo.



Símbolo de las Seis Flechas del Kemalismo

La primera de las Seis Flechas era un principio básico e irrenunciable de Mustafá Kemal desde la instauración de la República en 1923; el secularismo no implicaba la abolición de la religión, sino su alejamiento de la vida pública y su traslado al ámbito privado; el nacionalismo era el motor central del movimiento kemalista, y a lo largo de su vida, Atatürk intentó darle mas relieve y profundidad; el populismo comprendía la necesaria unidad nacional sobre los intereses de clase; el estatalismo fue quizá uno de los preceptos mas discutidos ya que respondía a la idea de kemalismo como régimen de partido único y el revolucionarismo hacía referencia al apoyo a los grandes cambios introducidos por el kemalismo.
Y uno de los cambios mas relevantes introducidos por Atatürk, vehículo del nuevo impulso nacionalista, fue la creación de la Sociedad Histórica Turca en 1931 y la Sociedad de la Lengua Turca al año siguiente, consagradas al estudio de la historia y lengua turcas, muy descuidadas durante siglos por los otomanos.
Se abolió el alfabeto árabe, cambiándolo por el latino y la lengua turca fue declarada oficial. El mismo Atatürk trabajaba por su cuenta, con ayuda de un gran número de diccionarios para buscar y difundir palabras netamente turcas.



ATATÚRK EXPLICANDO EL NUEVO ALFABETO TURCO

La revolución cultural kemalista incluyó también la reforma en la indumentaria destinada a seguir el ejemplo europeo. Se promulgó una ley sobre la obligatoriedad de llevar sombrero y se adoptó el calendario gregoriano en lugar  del de la hégira. El día de descanso semanal pasó a ser el domingo en lugar del viernes. Se promulgó un nuevo Código de Trabajo, así como una ley obligando a todas las personas a llevar un apellido. La Gran Asamblea Nacional atribuyó a Gazi Mustafá Kemal el apellido de Atatürk, el Padre Turco.
En el campo del derecho, se adoptó el Código Civil suizo, sirviendo de modelo para el Código Penal, el vigente en Italia. Los kemalistas se colocaron por delante de muchos países europeos en lo relativo a los derechos políticos de la mujer. Entre 1930 y 1934 se publicaron sendas leyes que permitían a las mujeres el derecho de voto y elegibilidad.
La mujer turca, que había llevado el rostro descubierto antes del islam, volvía a sus costumbres seculares gracias a los kemalistas y se retiró la prohibición de viajar juntos en los transportes a hombres y mujeres.
A partir de 1935 la energía de Mustafá Kemal Atatürk fue decreciendo, empleándose en resolver algunas cuestiones diplomáticas, como la anexión a Turquía de la República de Hatay bajo control francés en 1937. 
Al año siguiente su salud se deterioró claramente, víctima de una cirrosis hepática, hasta su fallecimiento en el palacio de Dolmabahce, Estambul el 10 de noviembre de 1938.

DOCUMENTO DE IDENTIDAD DE MUSTAFA KEMAL ATATÚRK



Documentación consultada:
OBRAS
BACQUE-GRAMONT, Jean Louis; ROUX , Jean Paul. Mustafá Kemal Atatürk et la Turquie Nouvelle. 1ª edición. Paris. Editions Maisonneuve et Larose. 1982.
DUMONT, Paul. Mustafa Kemal 1919-1924 La memoire du siècle. 1ª edición. Bruselas. Editions Complexe, 1983.
SALINGER, Menter. Origen, influencia y actualidad del kemalismo. 1ª edición. Madrid. Ediciones del oriente y del mediterráneo. 1998.
VALLEJO, Sergio. La caída del Imperio Otomano y la fundación de la República Turca: una visión española. 1ª edición. Madrid. Editorial CEHRI. 2001.
VEIGA, Francisco. El turco, diez siglos a las puertas de Europa. 3ª edición. Barcelona. Editorial Debate. 2011.
REVISTAS
BAHAMONDE, Ángel. “La Europa de la entreguerra”. En “Siglo XX Historia Universal. Madrid. Editorial Grupo 16. 1983. Tomo 2. Pag. 7 a 54.
KARPAT, Kemal. “La revolución turca”. En: Siglo XX Historia Universal. Madrid. Editorial Grupo 16. 1983. Tomo 7. Pag. 79 a 98.
MARTINEZ CARRERAS, JOSE U. “El mundo colonial”. En “Siglo XX Historia Universal”. Madrid. Editorial Grupo 16. 1983. Tomo 1. Pag. 67 a 78.
TORRE, Rosario de la. “Los problemas de la paz”. En: “Siglo XX Historia Universal”. Madrid. Editorial Grupo 16. 1983. Tomo 7. Pag. 7 a 51.
RECURSOS DE INTERNET
BUNES IBARRA, Miguel Ángel de. El Imperio Otomano y la República de Turquía: Dos historias para una nación. CSIC Madrid. Edita Universidad de Salamanca. [consultado 31 de marzo de 2014]. Disponible en : http://www.campus.usal.es/~ehe/Papers/Bunes



No hay comentarios:

Publicar un comentario