LA COPLA Y LA GENERACIÓN DEL 27.
RAFAEL DE LEON
En la vieja corrala del barrio de Lavapiés en la que nací, las radios no dejaban de emitir aquellas canciones que las mujeres cantaban mientras tendían la ropa, cosían en el largo corredor o hacían la comida, a la espera de la vuelta del colegio de los chiquillos o del tajo de los maridos.
Para un niño como yo,
aquello era la música de fondo del día a día. No las prestaba demasiada
atención, pero a fuerza de repetirse, inconscientemente se quedaron grabadas en
mi memoria. Ni entendía que tipo de música era, ni despertaba en mi mucho interés. En aquella época los primeros discos de rock & roll comenzaron a
llegar a España y a suscitar el interés de los jóvenes. Aquellas canciones
parecían cosa de personas mayores.
En mi casa, como en casi
todas las del entorno, convivían tres generaciones y la cultura popular,
entendida como la consumida por las clases populares, estaba siempre presente.
La mayoría de las personas mayores tenían origen en la emigración de los
pueblos a la capital y traían consigo coplas, refranes y dichos de su tierra. Constituía,
por tanto, una amalgama de las diversas regiones españolas y ese decir popular,
debido a la escasez de medios de comunicación a principios del siglo XX, se transmitía
de forma oral, que era la principal vía de difusión y conocimiento.
De aquel tipo de canción,
que forma parte de la banda sonora de mi vida, descubrí posteriormente que
constituye una parte importante de la idiosincrasia y del acervo cultural de mi país y aunque su origen se sitúa en la
escala social mas baja, fue asumida por una generación de intelectuales para
darle el lustre que merece.
Desde su origen, el ser
humano ha sentido la necesidad de expresarse a través de la música. Así lo
atestiguan los hallazgos arqueológicos encontrados en diversas partes del
planeta.
Cada comunidad ha
desarrollado un folk-lore, (pueblo-saber) como lo definió por primera vez en
1846 el arqueólogo británico William Thompson, para preservar su tradición e
identidad.
En la península ibérica,
dentro de los territorios libres de la ocupación
musulmana, van surgiendo a finales del siglo XII diversas lenguas derivadas del latín, y cada
una de ellas lleva consigo textos dedicados a ser cantados. Desde las escritas
en galaico-portugués, como las Cantigas de Santa María, o en castellano como el
Cantar del Mío Cid, juglares y trovadores divulgaban oralmente sus versos para
conocimiento y deleite de su analfabeto auditorio.
Toda esta serie de poemas
cortos, épicos o cantares de gesta que a
partir del siglo XIV son transmitidos de forma oral, fueron recogidos debido al
interés que la literatura medieval suscitó en el Romanticismo del siglo XIX, en
colecciones para su posterior ordenamiento y estudio. Intelectuales como
Agustín Duran en el siglo XIX y Ramón Menéndez Pidal en el XX dedicaron gran
parte de su vida a su compilación e investigación. Son conocidos con el nombre
genérico de Romancero Viejo.
Con posterioridad al siglo
XVI y a imitación del anterior, escritores seducidos por la particular
singularidad del mismo, autores cultos muchos de ellos pertenecientes al Siglo
de Oro, difundieron por vía escrita sus estrofas y versos. Imitan estilo y
género del Romancero Viejo, pero transforman tema y forma, añadiendo a veces
estribillo. Escritores tan insignes como Cervantes, Lope, Quevedo o Góngora
fueron partícipes de la creación del llamado Romancero Nuevo, que se prolonga
en siglos posteriores con el ilustrado Meléndez Valdés , en el Romanticismo con
el Duque de Ribas y ya en el siglo XX, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Antonio
Machado y diversos autores de la generación del 27.
Fue Antonio Machado Álvarez,
padre de Manuel y Antonio, el creador de las “Bases de organización del folclore español” a finales del siglo XIX, iniciándose así la
creación de sociedades regionales en función de sus peculiaridades lingüísticas
y culturales, con el fin de preservar y difundir tan importante legado.
Romancero Viejo. Libro de los 50 romances |
Música de vihuela |
Esta divina prisión/del amor con que yo
vivo/
ha
hecho a Dios mi cautivo/y libre mi corazón;
Así mismo, Fray Luis de León
se sirvió para este fin de su amistad en la Universidad de Salamanca con
Francisco de Salinas, para quien “el arte musical era algo mas que cifras o
matemáticas”. En el libro sexto de su obra”De
música libri septem”, Salinas
advierte que la popularidad nada tiene que ver con recopilatorios ni visiones
académicas, sino con el espíritu de esos temas y con la emoción que despierta
en quien los escucha.
Altísimo
Señor / que supisteis juntar a un tiempo en el altar / ser cordero y pastor,
confieso con dolor / qué mal hice en huir de quien por mí quiso morir.
Se trata en realidad de un
cuplé, palabra derivada del francés couplet que a su vez procede del provenzal
cobla. Quizá sea este su origen etimológico, pero su origen artístico es otro.
La jácara, pequeña
composición que se representaba en los entreactos de las comedias del Siglo de
Oro, cuyo tono y tema popular le daban un aire característico, podría ser el
origen primero. Quevedo y Calderón entre otros insignes escritores cultivaron
este género.
Deriva la jácara en la
tonadilla, ya en el siglo XIX, igualmente representada en los intermedios
teatrales, inspirada en numerosas ocasiones en el folclore andaluz. Jovellanos
editó las primeras normas para regular su duración. De aquí procede el nombre
de tonadillera dado a sus intérpretes.
La copla nace por tanto,
para ser interpretada y por ello pasa posteriormente del teatro a salas de
espectáculos, cafés y finalmente al cine, donde puede ser vista por un grupo
mas heterogéneo de espectadores, desde
las clases mas favorecidas a las mas populares, en una democratización
de esta actividad cultural.
El estreno en el madrileño
Teatro Pavón en diciembre de 1928 del espectáculo “ La copla andaluza” inició la idea de representar estampas
flamencas unidas por un argumento sainetesco y sirvió de modelo cuando mas
adelante la copla se llevó escenificada a los escenarios.
En el periodo republicano,
las canciones folclóricas formaban parte del ocio de los españoles, quedando
integradas en los espectáculos de variedades.
Un vínculo especial entre la
copla y la intelectualidad surgió con motivo del apoyo a la música surgido
durante el gobierno de la II República. Mediante medidas legislativas, que
cambiaron la enseñanza y el método pedagógico, apareciendo una gran divulgación
de las manifestaciones musicales populares.
Desde tiempo atrás, la ilustración
musical española ya se interesaba por el folklore. Isaac Albéniz, autor de la
suite Iberia, incorpora en ella la
canción popular “La tarara” y Enrique Granados compuso “Doce danzas españolas”.
Mención especial merece la
obra de Manuel de Falla, que mostro siempre gran interés por el flamenco y el
cante jondo, como andaluz de nacimiento, influenciando a su música
notablemente.
Tomado del romance popular “El corregidor y la molinera”, que
recogería en novela Pedro Antonio de Alarcón, Falla compuso un ballet que se
convertiría en “El sombrero de tres picos”
estrenada en Londres en 1919 y con figurines de Picasso.
Con ocasión de fijar su
residencia en Granada a partir de 1920, frecuenta la tertulia “El Rinconcillo” en el café Alameda a la
que acudía una gran parte de los estudiosos granadinos, entre ellos su amigo
Federico García Lorca. El poeta se sintió pronto ligado al compositor al
compartir con él su pasión por la música, los títeres y el cante jondo,
colaborando ambos en diversos eventos artísticos.
Falla manifestó a su amigo
Miguel Cerón la idea promover un concurso de cante, pues estaba preocupado por
la posible desaparición del cante puro debido a su profesionalización. Así organizaron
con el respaldo de un grupo de personalidades, entre los que estaba Lorca,
Turina, Fernando de los Ríos y otros muchos, el Concurso de Cante Jondo que se
celebró en la Alhambra con decorados de Ignacio Zuloaga. Pretendían
diferenciarlo de otro tipo de cantes flamencos, que no gozaban de la antigüedad
y el respeto que este les merecía, además de preservarlo de la adulteración que
sufría y demostrar su influencia no solo en la música española, sino también en
la francesa y en la rusa.
Caricatura del dibujante granadino Antonio López Sancho |
También acariciaba con
Lorca, la idea de crear juntos un teatro ambulante, “Los títeres de cachiporra”. En casa del poeta dedicaron ambos a
sus familiares y amigos, el día de Reyes de 1923, una inolvidable representación de títeres, en
la que participo el pintor Hermenegildo Lanz, y con Falla al piano, se estrenó
su versión del cuento popular andaluz “La
niña que riega la albahaca y el príncipe
preguntón”.
Posteriormente Falla estrenó
en Paris la versión definitiva de otra obra con profundas raíces populares
andaluzas: “El amor brujo”. De hecho
el libreto, realizado en 1915, estaba escrito en dialecto andaluz por Gregorio
Martínez Sierra (o quizá su mujer María de la O) y se basaba en una historia
folclórica auténtica. La obra se escribió para la cantante y bailarina Pastora
Imperio, perteneciente a una familia de gitanos, que instruyó a Falla respecto
a las canciones y leyendas, participando además en el estreno de la primera
versión. A través de sus canciones y danzas populares, la obra refleja el
misticismo de la cultura gitana.
Federico García Lorca tenía
temperamento de músico. Podría haber sido compositor si se lo hubiese propuesto,
pero se contentó con mostrar su pasión por la música de manera competente, a la
sombra de Manuel de Falla y Adolfo Salazar, a los que admiraba profundamente.
De hecho, durante su adolescencia Federico sintió mas inclinación por la música
que por la literatura. Tomó clases de piano y sus primeros intereses artísticos
surgen no de la lectura sino de las composiciones para piano de los grandes
autores. Sus compañeros universitarios de Granada le conocían mas como músico
que como escritor novel.
De vuelta a Granada tras su
estancia en la Residencia de Estudiantes, Federico se encontró en su ciudad con
Manuel de Falla, con el que tenía gran afinidad y con el que colaboró en
diversos proyectos anteriormente reseñados.
Entre las colecciones
poéticas de Lorca, quizá la que mejor
representa el origen andaluz y su entorno es el “Poema del Cante Jondo”, compuesto en 1921 pero no publicado hasta
diez años después. Los versos de esta obra poética representan el tipo de cante
que Lorca prefería, el que le provoca una emoción íntima y pretenden, como
decía el propio poeta en sus conferencias, “crear en la mente de quien los oye
una imagen, ilustrar las raíces primitivas de angustia y dolor”.
Con su “Romancero Gitano” obra escrita entre 1924 y 1927 Lorca pretende componer
una mezcla de formas entre el estilo lírico popular y la vanguardia sobre la
cultura gitana. Obra de difícil interpretación, cargada de simbolismo y de gran
dificultad formal y comprensiva, que con una aparente sencillez morfológica oculta un complicado sistema de símbolos
imprescindibles para conocer el universo lorquiano.
Otra gran aportación de
Lorca a la copla fue la recopilación de canciones populares reunidas en la
“Colección de Canciones Populares Antiguas”, que fueron grabadas en discos
gramafónicos por la compañía discográfica La voz de su Amo, con interpretación
vocal de Encarnación López Júlvez “La
Argentinita”, armonizadas y acompañadas al piano por el mismo Federico. Los
discos tuvieron un gran éxito de público y crítica y la intérprete los
incorporó a su repertorio, lo que contribuyó decisivamente a su popularización.
La colaboración artística
entre el poeta y “La Argentinita”
provenía de años atrás, cuando en 1920
la bailarina y cantante había participado en el estreno de la primera obra
teatral de Federico, “El maleficio de la
mariposa”. A pesar de que el estreno fue un fracaso aun con el baile de la
mariposa interpretado por “La
Argentinita”, entre ambos se inició una amistad que sería definitiva.
Para la grabación del disco,
ambos habían realizado los ensayos previos en el salón de la casa madrileña de
la cantante, el mismo en el que Lorca leería en privado algunas de sus obras.
Federico amaba aquellas
canciones populares y no solo se sirvió de la tradición oral de los campesinos
sino que el mismo escribió infinidad de letras
que incluyó en sus dramas teatrales y cuando puso en marcha La Barraca tampoco se olvidó de aquellas
hermosas canciones.
Unido a la música, en la
copla se encuentra una letra que forma parte de la cultura literaria española.
Las letras contribuyen a su popularidad, debido a que su estructura favorece la
conexión con el público.
Los temas preferidos son
aquellos sucesos transcendentes en la vida del ser humano: Amor y desamor;
celos y traición. Igualmente podemos descubrir una crítica social o la
complicidad con la marginación social de prostitutas, pobres y emigrantes.
Si algún autor consiguió
aunar de manera excepcional copla y poesía es sin duda Rafael de León.
Considerado por algunos como
un poeta menor de la Generación del 27, este sevillano de origen aristocrático
es el autor mas prolífico y popular de la copla a partir de la postguerra.
La obra poética de Rafael de
León se concentra prácticamente en un solo libro “Pena y alegría del amor” de 1941, pero su obra fundamental es la
multitud de canciones que compuso. Este hecho lo sitúa en una línea de
producción totalmente distinta a la que, por lo general, utilizan los poetas al
uso.
Rafael de León |
Pero Rafael de León emplea
para la creación de sus canciones el mismo estilo literario en el que
confluyeron los poetas del 27: el neopopularismo, movimiento particularmente
andaluz, con un lenguaje repetitivo y cargado de imágenes, muy apropiado para
dotar de fuerza y sensibilidad a la copla.
Casualidades del destino
quisieron que se encontrara con Federico García Lorca en la Universidad de
Granada para iniciar sus estudios de Derecho e igual que el poeta de
Fuentevaqueros, no se le conoció actividad alguna relacionada con sus estudios
universitarios y se dedicó a vivir de las holgadas rentas paternas. En cafés
cantantes y teatros de variedades de Sevilla gastaba su dinero y hacia
amistades entre la gente de la farándula y poco a poco fue descubriendo su
verdadera vocación.
En este ambiente comenzó a
colaborar con Antonio García Padilla “Kola”
para abrirse camino en el mundillo de la
creación artística, hostil para un aristócrata como él. Por aquella época conoció,
haciendo el servicio militar en Sevilla, a la que años mas tarde pondría voz a
sus mejores creaciones: Concha Piquer.
Al éxito de las letras de
Rafael de León contribuyo sin duda el factor musical aportado por el maestro
Quiroga. El acoplamiento musical consigue ese efecto popular tan peculiar del
género. El músico se nutre las tendencias musicales de principios de siglo y
los ritmos y aires flamencos de Falla, Granados o Albéniz logrando una síntesis
en la que toda una generación se reconoció.
Intérpretes como Miguel de
Molina o Concha Piquer hicieron que la poesía de Rafael de León se cantase por
uno y otro bando durante la guerra civil y la postguerra y que canciones como Ojos Verdes, María de la O, Ay Maricruz,
La salvaora y muchas mas se quedaran
impregnadas en la piel del pueblo español.
Existe una tendencia a
equiparar copla a canción. Pero la copla es en principio un tipo de estrofa de
cuatro versos octosílabos. El hecho real es que una parte de la composición ha
dado nombre a toda ella. Poetas de todos los tiempos las han empleado en sus
obras y las coplas populares existen en
todas las regiones, por eso me parece baladí darle una denominación.
¿Copla andaluza, si
atendemos a las formas de habla, personajes y escenario? ¿Copla española si
atendemos al público para que fueron escritas? ¿Es necesario ponerle apellido a los sentimientos? Lo que expresa y como lo expresa se puede
aplicar a cualquier colectivo humano, esté donde esté. En España forma parte de su memoria
sentimental y una generación artística pensó en ella como algo autóctono,
dedicándola toda su sabiduría con el fin de engrandecerla y hacerla accesible a
todo el mundo. Aunque en alguna época en la que el arte era deformado, falseado
o silenciado, se ha intentado aprovecharse de ella para fines ajenos a su
propósito, seguirá siempre vigente
porque tiene la vigencia de la vida.
Documentación consultada:
ACOSTA DIAZ, Josefa; GOMEZ
LARA, Manuel José; JIMENEZ BARRIENTOS, Jorge. Poemas y canciones de Rafael de León. 1ª edición. Sevilla. Ediciones
Alfar. 1994
DEL CORRAL, Milagros. La copla en la Biblioteca Nacional de
España. Catálogo. Madrid. Biblioteca Nacional. 2009
GARCIA LORCA, Federico. Obras Completas. 4ª edición. Madrid.
Aguilar. 1960
ROMAN, Manuel. La Copla. 1ª edición. Madrid. Acento
Editorial. 2000
No hay comentarios:
Publicar un comentario