miércoles, 19 de agosto de 2015

- EL PALACIO RENACENTISTA EN ESPAÑA

EL PALACIO  RENACENTISTA EN ESPAÑA

Como cada término relacionado con el arte, el concepto de Renacimiento tiene perspectivas distintas en la actualidad de las que tuvieron los receptores originarios. La idea de un cambio de época va ligada íntimamente con el Renacimiento. El fin de la Edad Media y su paso a otro periodo en el que comenzaban a predominar conceptos hasta esa fecha novedosos, como el concepto de Estado, el descubrimiento del mundo y del hombre, así como un nuevo pensamiento religioso y moral, llevaba de forma ineludible a transformaciones sociales, económica, políticas y religiosas.
Estas ideas no le eran ajenas a la creación artística, siendo uno de los indicadores del cambio. El arte moderno nacía en oposición a las prácticas anteriores, suponiendo un desarrollo del hombre y un encuentro consigo mismo y con el mundo circundante.
En España el arte renacentista llegó de manera diferente a lo largo de los años, por lo que se suele dividir en tres periodos claramente definidos.
El primero comprende desde finales del siglo XV hasta 1530 y se le denomina genéricamente como plateresco. Coincide con una época de cambios políticos debido a la unificación de los reinos llevada a cabo por los Reyes Católicos tras la toma de Granada. También con un desarrollo económico surgido después del descubrimiento de América. Artísticamente se caracteriza por la utilización de almohadillado en las paredes exteriores, el uso de columnas abalaustradas, pilastras y arcos carpaneles y decoración a base de grutesco, crestería o candelieri.


Zapata
Candelieri

Crestería


Arco carpanel


Entre 1530 y 1560, con la llegada al poder de los Austrias, ligado a la contrarreforma de la Iglesia Católica, el estilo explora formas mas sencillas y depuradas, en una línea de austeridad y sobriedad, que busca el equilibrio y la perfección técnica. Se publica en Toledo en 1526 el primer tratado teórico renacentista fuera de Italia. Se trata de Medidas del Romano de Diego de Sagredo, que remarca la preponderancia de la proporción frente a la aparente fragilidad y decorativismo del plateresco. Es el denominado periodo purista, caracterizado por el uso de bóvedas de cañón, arcos de medio punto, cúpulas de media naranja y escasa decoración esculpida, que valora el espacio liso como exponente de una nueva estética mas pura y armoniosa.


Medidas del Romano

El último periodo renacentista en España comprende el tercio final del siglo XVI. Es el llamado escurialense o herreriano por la principal obra de esta etapa o su arquitecto. Coincide con el reinado de Felipe II comenzando su transformación hacia el barroco a principios del siglo XVII. Su principal característica es el predominio del muro sobre el vano y la ausencia casi total de decoración. Sus edificios destacan por su rigurosa horizontalidad lograda principalmente a través de formas cúbicas. Presentan generalmente cubiertas de madera revestidas de pizarra y torres con chapiteles en las esquinas para rematar el efecto de simetría. La decoración se reduce al empleo de formas geométricas como esferas o pirámides, con una sobriedad ligada a las directrices marcadas por el Concilio de Trento de las que Felipe II era fiel cumplidor.


Plaza Mayor-Madrid


Quizá pueda considerarse el palacio como la construcción arquitectónica que mejor reflejó el cambio en la segunda mitad del siglo XV.
En su origen italiano, el palacio constituía un edificio aristocrático para el príncipe, que generalmente era un culto humanista, banquero o comerciante. En su reproducción en la península ibérica, con los palacios se trata de buscar la identificación de un grupo social como la nobleza, que ha perdido sus privilegios en el nuevo concepto de Estado Moderno impuesto por los Reyes Católicos.
Sus funciones han variado y pasan de cortesanos a representantes o gestores de los monarcas una vez finalizado su papel tradicional en la guerra.
Al no existir una capital fija de la monarquía durante el reinado de los Reyes Católicos, dado el carácter itinerante de su corte, ninguna ciudad tuvo un desarrollo preeminente y la nobleza, que pasa de ser rural a urbana, produjo un crecimiento heterogéneo en las diversas poblaciones que contralaba y administraba, siendo Castilla y Andalucía las regiones en las que mas se desarrolló la arquitectura renacentista.
Esta aristocracia urbana toma de Italia las formas artísticas mas novedosas, bien mediante el encargo de obras a los artistas de la vecina península italiana, bien mediante la contratación de artistas venidos de los mas importantes centros renacentistas. A ellos se unen también los hispanos formados en Italia, que son reclamados por los mecenas para colaborar en el desarrollo de sus trabajos.
Otro aspecto importante de la difusión de las ideas renacentistas en los finales del siglo XV y principios del XVI fue la divulgación por toda Europa de un gran repertorio de dibujos y grabados mostrando tanto las composiciones de taller de los artistas como las recuperaciones de la Antigüedad clásica.


Los Reyes Católicos impartiendo justicia.



En este primer periodo renacentista, conocido también como gótico isabelino o estilo Reyes Católicos, por coincidir en el tiempo con gran parte de su reinado, se percibe una transición entre el final del gótico y el inicio renacentista, conteniendo además elementos del arte islámico y mudéjar, debido a su presencia por largo tiempo en nuestra península, e incluso influencias flamencas ya que la mayoría de los artistas residentes en la península ibérica tenían ese origen,
Suele la historiografía atribuir al Gran Cardenal, Pedro González de Mendoza, como gran mecenas de la segunda mitad del siglo XV, la introducción de las maneras renacentistas, seguramente influido por el cardenal Rodrigo de Borja, enviado a España por el Papa Sixto IV para mediar entre Enrique IV y su hermana Isabel, y también a los consejos de su sobrino Iñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla, que había pasado gran parte de su vida en los Estados Pontificios como embajador ante el Papa Inocencio VIII.


Pedro González de Mendoza
Iñigo López de Mendoza















La gran saga de los Mendoza, influyente a todos los niveles como ninguna otra en su época, se encargó de la construcción de numerosos edificios, tanto civiles como religiosos a lo largo del territorio bajo la monarquía de los Reyes Católicos.
Para ello se sirvió principalmente de Lorenzo Vázquez de Segovia, arquitecto español formado en Italia bajo los conocimientos de Francesco di Simone Ferrucci y de Bernardo Rosselino. Se crean dos corrientes artísticas: Una mantenida por maestros italianos o españoles formados en Italia, como es el caso de Vázquez y otra de artistas españoles, que adoptando las formas italianas, las resuelven e interpretan con sensibilidad española, que por su gran expresividad se les denomina “platerescos”.
La primera obra  datada que lleva la firma de Vázquez es el Colegio de Santa Cruz de Valladolid, edificio terminado en 1491 y que a pesar de algunos recuerdos góticos, sus detalles decorativos son de clara influencia italiana.
Simultáneamente, Lorenzo Vázquez de Segovia construye en la localidad de Cogolludo (Guadalajara)  bajo el patrocinio de Luis de la Cerda y Mendoza, duque de Medinaceli, un suntuoso palacio, seguramente para su hija Leonor, casada en secreto con Rodrigo de Vivar y Mendoza, hijo primogénito del Cardenal Mendoza.


Palacio de Cogolludo (Guadalajara)


Por contraste con los palacios que entonces se construían en España, que aún conservaban cierto aspecto de fortaleza, este tiene una apariencia totalmente civil, a la italiana. Tiene solo dos pisos construidos sobre un zócalo liso (uno menos que los habituales en los palacios florentinos), y presenta una fachada totalmente almohadillada y una puerta adintelada sobre la que figura una laurea con el escudo familiar.
Aunque aún conserva ciertos rasgos góticos en ventanas y crestería, es considerado como el primer palacio español en el que se muestra plenamente el influjo renacentista italiano.
En la ciudad de Guadalajara, donde residió, Vázquez edificó otro palacio para los Mendoza, en esta ocasión para Antonio de Mendoza y Luna, hijo del I duque del Infantado. Fechado hacia 1506, destaca su portada, ya con arco de medio punto enmarcado entre dos pilastras. Resalta en el patio interior cuadrado de doble piso, el uso de arquitrabes de madera y zapatas sobre los capiteles, que le dan una mayor altura a las columnas.


Palaccio de Antonio de Mendoza (Guadalajara)


También para Rodrigo de Vivar y Mendoza, marques de Cenete, construye Lorenzo Vázquez uno de los edificios mas originales y puros de la arquitectura española del Renacimiento. El palacio-castillo de La Calahorra (Granada) finalizado en 1513 fue proyectado por Vázquez, aunque por desavenencias con el díscolo marqués, daría posteriormente con sus huesos en las mazmorras del castillo, interviniendo en su finalización el artista genovés Michele Carlone.
A pesar de que su apariencia exterior responde a la de una autentica fortaleza gótica, con cuatro torres adosadas a las esquinas, el interior encierra un bello conjunto palaciego lleno de refinamiento, articulado en torno a un patio central con dos pisos de galerías comunicadas por una espléndida escalera claustral, de simetría y perspectiva inequívocamente italianas.
Patio palacio de La Calahorra


Palacio de La Calahorra (Granada)


El gran palacio construido en el mas puro estilo clásico italiano es el palacio de Carlos V en Granada. Aunque el Emperador tampoco tenía una ciudad como residencia habitual y debido a las  numerosas guerras en las que sus ejércitos combatían, pasó gran parte de su vida fuera de territorio español, Carlos V quiso vivir y quizá morir en Granada, donde había pasado una larga luna de miel de 190 días después de su matrimonio en Sevilla con Isabel de Portugal. Aunque los motivos de tan larga estancia no fueron solamente nupciales, Carlos V quiso construir un palacio en dicha ciudad con la idea de volver alguna vez a habitarlo, aunque nunca llegó a hacerlo.


Fachada palacio de Carlos V en Granada


Para su construcción se nombró a Pedro Machuca, artista formado en la Italia de Rafael y Miguel Ángel, y que trajo unas modas florentino-romanas seguramente demasiado puras y sobrias para el gusto reinante en España. Como aquellos, el artista español, además de la arquitectura, cultivaba otras Bellas Artes.
Parece ser que Machuca se encontraba en Granada como escudero de Luis Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar, que ocupaba el cargo de alcaide de La Alhambra y es de suponer que fuese a través de esta relación como Machuca llegó a convertirse en maestro de obra del palacio.
El edificio se desarrolló en la consideración que el cuadrado y el círculo tenían como figuras geométricas puras para el clasicismo. Por este motivo la planta general cuadrada contiene un patio circular de dos plantas y de 32 columnas. El exterior tiene dos pisos, el inferior almohadillado con ventanas cuadradas y circulares y el superior con columnas adosadas y vanos adintelados.


Patio circular del palacio de Carlos V


La opción clasicista elegida tiene que ver sin duda con la herencia asumida por Carlos V como nuevo Cesar del Imperio Romano. Así mismo, en los relieves de la fachada se mezclan referencias a la familia imperial, con sus emblemas y escudos,  figuras mitológicas relativas a las hazañas y fines políticos de la monarquía junto con metáforas de los triunfos militares e ideales políticos del Emperador.


Puerta principal del palacio de Carlos V

Además de Pedro Machuca, que con el palacio de Carlos V realizó la obra mas representativa del purismo, otros arquitectos siguieron las directrices clasicistas marcadas por Italia. Destaca la obra de Andrés de Vandelvira, arquitecto formado en España, que conocía los tratados mas famosos de la época  y que se inició previamente como cantero, trabajando después bajo la supervisión de su padre Pedro de Vandelvira, que había viajado a Italia. Desarrolló su obra principalmente en la provincia de Jaén bajo el mecenazgo de la Iglesia y de Francisco de los Cobos y Molina, consejero de estado de Carlos V.
De su obra civil destacan los palacios de las Cadenas (1546-1565) y del Deán Ortega (hacia 1550), ambos en Úbeda (Jaén).
En el primero, Vandelvira idea su construcción a modo de domus romana, totalmente exenta y con su estructura girando en torno a un patio interior. La fachada está dividida en tres cuerpos horizontales, en los que el segundo está formado por balcones con frontones y en el tercero aparecen ojos de buey al estilo de palacio de Carlos V.
El palacio del Deán es un edificio de planta rectangular  con un patio central de forma cuadrangular que articula el edificio y está porticado a dos alturas. La fachada principal está dividida horizontalmente en dos cuerpos  y la portada principal aparece sobre una escalinata adintelada con columnas dóricas sobre pedestales.


Palacio de las Cadenas en Ubeda (Jaen)
Palacio del Deán en Ubeda (Jaen)
























A medio camino entre purismo y plateresco, pues sus palacios combinan elementos propios de ambos estilos está la obra de Rodrigo Gil de Hontañón.  De familia de canteros, destacó sobre todo en su obra civil. Sus dos principales palacios, el de Monterrey en Salamanca y el de los Guzmanes en León, tienen características semejantes y destacan por una suntuosa galería corrida de medio punto. Ambos edificios tienen una marcada horizontalidad y la rotunda presencia de una torre en la esquina, quedando en los dos casos inconcluso el proyecto original.

Palacio de Monterrey en Salamanca
Palacio de los Guzmanes en León






















El impacto sociopolítico que supuso la construcción del Monasterio de El Escorial significó que el estilo herreriano fuese el oficial durante el reinado de Felipe II, hecho que además fue reforzado con el nombramiento de Juan de Herrera como inspector de Monumentos de la Corona.
Aunque El Escorial fuese la residencia de Felpe II, no se le puede considerar solamente un palacio, como referencia al lugar donde reside la Corte. A pesar de que el Rey eligiese en 1561 a Madrid como Corte permanente, sus funciones eran exclusivamente administrativas y ya en 1563 comenzaron las obras.


Plano del Monasterio de El Escorial

Este magno proyecto tenía en si varios fines: Conmemorar el triunfo de Felipe II ante las tropas francesas en 1557, aunque no fue este el motivo principal, pues era costumbre poner bajo la protección de algún santo cualquier nueva edificación religiosa, siendo el principal motivo crear un Panteón Real donde reposasen los reyes de la nueva dinastía reinante en España, los Habsburgo o Austrias en su versión española  y un monasterio que asegurase el culto. Sus dimensiones fueron aumentando del proyecto inicial a medida que sus funciones también crecían. Así, además  de palacio, panteón y monasterio pasó también a ser biblioteca, colegio y basílica.
Una obra de tales dimensiones no se realizó durante el Renacimiento ni siquiera en Italia, según Fernando Chueca, En esta etapa se empieza a demostrar un interés por el edificio noble, el edificio fundamental y se empieza a valorar una serie de acompañamientos que otorguen dignidad a la pieza principal, logrando un conjunto equilibrado, simétrico y acompasado.  






El proyecto y la dirección de las obras se encargó inicialmente a Juan Bautista de Toledo, que al morir en 1567 fue sucedido por Juan de Herrera, que modificó considerablemente los planos originales. La austeridad de líneas de la arquitectura herreriana es un reflejo del carácter de Felipe II, cuyas orientaciones parece que determinaron alguna de las soluciones adoptadas por Herrera.
Rey y arquitecto se conocían desde tiempo atrás, pues este había acompañado al aún príncipe por Italia, Alemania y los Países Bajos, pasando posteriormente a formar parte de la guardia imperial que acompañó a Carlos V a su retiro de Yuste.
Juan de Herrera se había formado en el estudio de Matemáticas y Geometría, así como de Filosofía, y era aficionado a las prácticas alquimistas y a las ciencias ocultas. Dejó manuscrito su Discurso sobre la figura cúbica, donde demostró su obsesión por el sentido mágico y cosmológico y por la perfección de esta figura geométrica. Dejó también publicados sus diseños para El Escorial, tal y como solía hacerse en Italia con los edificios mas importantes antiguos y modernos. Fueron dibujados con la ayuda de su discípulo Francisco de Mora y grabados en cobre con la pretensión de divulgar por toda Europa El Escorial como modelo ideal del Clasicismo español.



Discurso sobre la figura cúbica 

Siguiendo las bases impuestas por Juan de Herrera, su discípulo realizó, ya a finales del siglo XVI, y con el cargo de Maestro Mayor de Obras de la Villa de Madrid, donde desarrolló gran parte de su carrera, una remodelación de la plaza del Arrabal (actual Plaza Mayor), así como de la fachada sur del Real Alcázar de Madrid, aunque su obra mas destacada es el conjunto de edificios y jardines del palacio ducal de Lerma (Burgos), que ocuparon el papel simbólico de El Escorial en los años que la corte volvió a Valladolid (1601-1606).



Palacio de Lerma (Burgos)

El estilo herreriano se impuso en Madrid donde se siguió construyendo palacios para la nobleza. Bajo el diseño de Francisco de Mora y la dirección de su sobrino Juan Gómez de Mora se realizó el palacio del duque de Uceda, que a su vez también diseño posteriormente el palacio de Santa Cruz, como muestra del Renacimiento tardío en la arquitectura cortesana del siglo XVII.


Palacio de los Uceda en Madrid


Aunque cronológicamente, el Renacimiento arquitectónico español comenzó con mas de medio siglo de retraso con respecto al italiano, lo hizo sin embargo con algunos años de antelación respecto al resto de Europa.
Y aunque en los demás países, el Renacimiento es un estilo impuesto por la realeza y que rivaliza con la idiosincrasia nacional de cada país, en España es acogido con admiración por lo mas representativo del pueblo, siendo reproducido con elegancia y entusiasmo en innumerables monumentos, pasando a ser en su modalidad de plateresco, quizá el estilo mas específicamente español.
Pero poco a poco el nuevo estilo derivó de algo esencialmente decorativo para convertirse en básicamente estructural. Los artistas españoles tuvieron que ir aceptando el clasicismo poco a poco, asumiendo que en el fondo era una aspiración utópica de retorno a un pasado ya muy lejano en el tiempo y que suponía mas la imposición de algunos nobles con deseos de notoriedad, que un convencimiento personal o el conocimiento de la antigüedad greco-romana de la que partía.
En los palacios la evolución es mas rápida que en otros edificios y las formas renacentistas encuentran una adaptación mas fácil a la tradición de la vivienda. El tipo de palacio no sufrió una gran variación durante el inicio del siglo XVI. Su disposición se determinaba a través de un patio central, lo que condicionaba su planta rectangular o cuadrada, con escalera y claustro que desembocan en dicho patio, sustituyendo los pilares góticos  por formas romanas.


Documentación consultada: 
GARCÍA MELERO, José Enrique; URQUIZAR HERRERA, Antonio. Historia del Arte Moderno: Renacimiento. 1ª edición. Madrid. Editorial universitaria Ramón Areces.2010.
GLUCK, Gustav. Arte del Renacimiento fuera de Italia. 1ª edición. Barcelona. Editorial Labor S.A. 1936.
LOPEZ GUZMAN, Rafael. Los palacios del Renacimiento. 1ª edición. Granada. Diputación de Granada. 2005










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